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Aquella placita de encuentros fortuitos, donde una taza de café, algún buen recuerdo, banquillos de madera con grabados de algunos nombres y corazones flechados y otros rotos remembranzas de un pasado de amores correspondidos y muchos tantos desdichados, las brizas de aquella mañana de abril cálida con horizontes de nubes cargadas que divisan lluvias en la lejanía  me parecían adecuadas para tomarme un descanso, y reposar de aquella leve caminata por las calles de ese hermoso páramo montañoso y techos rojos.   
Suaves brizas se deslizaban en la arboleda de las copas de los árboles de la placita, más allá una estatua de bronce de algún caballero de estampas antiguas y hombros decorados con nidos de aves mostraban la naturaleza apacible del lugar, en un pequeño instante me deje llevar y cerré los ojos recostando mi cabeza del espadar de ese cómodo  banquillo,  instante que relajo mi ser, y el tiempo se abrazó a mi espíritu inquieto en crepúsculo de una bella frase a la luz de los suaves rayos solares que se fluían como suaves gotas entre las hojas de la arboleda.  algún tiempo después, una suave mano acariciándome la mejilla, me despertó de mi breve descansó y me susurro, señor mayo, señor mayo, ya es tiempo, abril paso, ya es su tiempo. Las bellas flores suspiran por amor.

RAR.2021

 

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