Romántico. Enamorado. Vacío. Envuelto en soledad.
Así es él. Un hombre que ha tocado fondo más veces de las que puede contar.
Por dentro está hecho pedazos… pero guarda silencio.
Aunque extrañe, aunque duela, prefiere callar.
No quiere molestar, no quiere herir. Vive con un perfil bajo y una escritura torpe —según él mismo— pero sus letras cargan más verdad que muchos gritos.
Esconde sus sentimientos en relatos.
Los disfraza de poesía.
Los encierra en metáforas que pocos logran descifrar.
Lleno de miedos, de frustraciones, de heridas que no cicatrizan… así se siente.
Ojalá pudiera confiar más en las personas.
Pero no lo hace.
La vida ha sido dura,
y desde siempre lo acompaña un vacío melancólico…
ese que él mismo llamó una vez “su verso más honesto”
“Lo que relato, lo que escribo… es lo que siento dentro de mí.
¿Quieres conocerme? Lee mis escritos.”
Nadie sabrá cuánto le duele si no logran entender lo que escribe.
Y es que reprime todo en sus letras.
Pero últimamente… algo cambió.
Escribe más. Escribe sin parar.
Su vacío crece. Sus ojos se nublan. Su alma se ahoga.
No queremos perderlo.
¡Él también merece ser feliz!
Es fuerte, lo sé. Confío en él.
Aunque sus peores escritos estén llenos de sangre, rabia y desesperanza,
sigue siendo un buen escritor.
Una buena persona.
Ama a distancia.
Se aleja en silencio.
Nunca pidió ayuda… porque nunca estuvo alguien para él.
Pero él sí ayuda… porque no quiere que otros se sientan como él.
Se está muriendo poco a poco.
En cada verso… se muere un poco más.
Sus letras son tumbas donde descansan los sentimientos que alguna vez brillaron.
Hace poco leí una de sus frases… y me rompió:
“Si te dejo de querer o de amar, no te preocupes…
es que mi corazón se volvió tinta,
y esos sentimientos se fueron en cada letra.
Igual, lo que está escrito en el alma…
siempre se podrá volver a leer.
Tú eliges si lo quieres leer con amor o con nostalgia.”
Ahí entendí que este pobre poeta, este escritor herido,
ya no va a revivir su amor…
porque su inspiración murió el día que sus lágrimas se convirtieron en alfabetos.
Me despido con una última línea suya.
Porque sí, aunque muchos no lo noten,
yo sí lo comprendo.
Y para sorpresa de todos…
yo soy él.
“La realidad golpea.
La soledad arrulla.
El vacío entorpece.
El placer hipnotiza.
Pero nada de eso hace más daño…
que mirarla a los ojos de nuevo.”