Se entiende por compulsión un deseo obsesivo e irresistible por lograr algo, es una adicción y por tanto no es normal. Mi compulsión se dio muchos años por comprar libros y revistas, a pesar de que mi situación económica no era buena y algunas veces gasté el dinero de los servicios o de la cuota de la casa comprando textos que no necesitaba, por el simple placer de adquirirlos y aumentar el tamaño de mi biblioteca.
Me encantaba presumir de mi variada y gran biblioteca, donde llegué a tener cerca de cinco mil ejemplares entre libros y revistas y cuando llegó el momento de cambiar de ciudad, el número se fue disminuyendo. Ahí me di cuenta de lo difícil que es vender, cambiar y, hasta regalar libros. En 17 años hicimos seis trasteos y en cada uno se marcharon para siempre el 60% de mis amados ejemplares. Y aquí viene lo curioso, adquirir libros no es algo raro o ilegal, pero gastarse la plata en algo que no se necesita, sacrificando gastos urgentes, empieza a parecer sospechoso.
Volviendo al asunto de los trasteos, resulta que al escoger que volúmenes debían abandonarme, siempre encontré bastantes que nunca leí y los compré por ese placer de llenar cada vez más mi biblioteca. Olvidaba contar sobre discos, CD y casetes. Colección que salía con CD incluido, yo la compraba. Hoy, varios años después y con todo el tiempo para revisar lo que me queda, todavía encuentro libros y revistas que jamás leí y música que tampoco escuché, era la manía de adquirir sin tener en cuenta la utilidad que podían prestarme en el momento de la compra.
Y miren como es la vida, desde hace unos tres años dejé de comprar periódico (había olvidado nombrarlo y tenía la colección de los Suplementos de EL TIEMPO y los MAGACINES de EL ESPECTADOR que se fueron en la carretilla de un reciclador porque no encontré un coleccionista). Sacando cuentas derroché una cantidad enorme (para mis escasos recursos económicos) y si, leí por lo menos el 70% de los ejemplares que conformaron mi biblio en determinados años. Cuando quise recuperar parte de la inversión comprobé que casi nadie compra libros, y los buenos lectores casi siempre son escasos de dinero.
Y para terminar viene lo más irónico, quise regalar ejemplares a colegios y entidades educativas, acciones comunales, grupos de lectura y fueron tantas las condiciones para recibirlos que estoy pensando regalarlos a un reciclador. Me da tristeza pensar donde están terminando mis sueños de ser un gran bibliófilo, pero en este mundo y en esta época todo se encuentra el Internet.
Algunos pensarán que les envíe ejemplares y con gusto lo haría si pagan el flete, como los libros pesan bastante sale más caro el envío que los textos y, quiero aclarar, no son los mejores libros los que deseo entregar, son novelas y cuentos de autores poco conocidos y revistas que ya poco interesan. En Fusagasugá regalé un paquete de 150 ejemplares de las SELECCIONES DEL READER DIGEST y por suerte aquí en Medellín vendí 360 comics en buen estado, lo mismo que diez volúmenes de Ágata Christi. George Simenon, Arthur Conan Doyle y otros.
No me arrepiento de haber comprado tantos libros, para mí era un placer ver las cuatro paredes de mi pequeña biblioteca llenas de libros hasta el techo, me duelen los recuerdos, pero era necesario dejarlos, pesan y ocupan mucho espacio. Los dejé partir como se despide uno de un hijo que se marcha. Los lectores me entenderán.
Edgar Tarazona Angel