Cuando la paranoia y el descontrol se apoderan del ser humano, puede llegar a mover montañas para lograr lo que su mente le exige. Hace pocos días a muy pocos metros de mi domicilio, oía gritos, llantos entrecortados pidiendo ayuda al vecino más cercano. Miro detenidamente mi reloj que marcada las veintitrés y treinta, de una noche terriblemente fría, y pensé, “seguramente algunos graciosos llegan de copas, y quieren llamar la atención al vecindario.
Seguí leyendo mi periódico, cuando nuevamente una voz de mujer con voz de pánico, pedía ayuda. Dejé mi periódico sobre la mesa de noche, cuando una sirena estridente de ambulancia o coche de bomberos llegaba al lugar. Decididamente abro la puerta de calle, observando un importante número de vecinos y curiosos del momento. Ya había llegado el Cuerpo de Bomberos al lugar
– ¿Qué pasa?, le pregunté a uno de los observadores. .
– “Creo, que la gatita de la señora Mecha, se subió a la copa de ese árbol, y no la puede bajar”.
Sin omitir opinión, ingreso nuevamente a mi domicilio, y continúo la lectura de mi periódico, que seguramente era más interesante, que el sainete que se vivía en el barrio.