Juana anda en boca de Luisa, Pedro y Ana. andan diciendo que tiene el corazón pobre, que se regala, que debiera irse al infierno, que sus pantaloncillos caen con gran facilidad y que no trabaja.
La muchachada la critica y mira por el rabillo pero a Juana poco le interesa la entereza del elástico, mas bien piensa y piensa que es fabuloso porque no le provoca marcas en la piel e incluso es mas fácil para quitárselas.
Un dia hastiada de tanta murmuración se acerco a Luisa para preguntarle que es lo que le molestaba. si era ella quien andaba con el elástico roto ¡vos no sentís nada! le dijo. Del otro lado la señorita de irreprochable postura frente a la vida se quedo pasmada sin poder emitir palabra. Se fue horrorizada.¿Como es que esta atrevida sin tierra se dignaba a increparla?Fue con Pedro, mas luego con Ana y conto agregando algún que otro condimento lo que pasaba.
Otro dia Juana que se hacia la que no veía ni escuchaba, se cruzo con Ana y sin pensarlo le rugió la siguiente frase: "Escúchame Ana, ¿Qué es lo que les pasa? ¿Acaso tropiezan ustedes cuando es a mi a quien se le caen los pantalones?" La mujer ya no estaba sorprendida, simplemente negó cualquier fanfurriña.
Llego el momento de enfrentar a Pedro. Juana quería saber porque es que ellos gastaban energías criticándola y criticándola. Entonces, pensó en aguardarlo en aquella esquina por la que cuando sonaban las cinco pasaba. Al instante en que el esvelto y deseable hombre se asomo, Juana se lanzo sobre su humanidad y lo beso furiosamente hasta que como el hablador no trascendió de ello, se emocionó y continuo a rienda suelta el fogoso encuentro.
Finalizado el episodio, lo miro a los ojos y le suplico que corra a contarles a las otras dos chismosas. ¡Pobre Pedro! ¡Preso de su corporeidad había vencido el elástico de sus calzoncillos! Imposible confesarlo, seria también parte de la comidilla de sus inseparables e impolutas amigas.
Transcurrió largo tiempo sin saber del terceto, el destino sabio hizo lo imposible por el encuentro.
Confluyeron por la misma vereda, solo que esta vez, uno debió agachar la cabeza.
¡Presten atención ustedes! Tu ¿les contaste lo ocurrido aquella tarde? Ni te hagas el que no sabe, alaridos junto a mi pegaste...
¿Es que tu Ana negarías que soñaste revolcarte con Luisa y así dejar de conformarte con ser simplemente su amiga?
Es que acaso tu, Luisa, no deseaste ser abrazada y amada por la seguridad de los fuertes brazos de Pedro?
¡Vamos señores! Si somos mas de lo mismo pintados en diferentes colores. Yo no puedo avergonzarme de mi elástico vencido y ustedes no debieran avergonzarse de sus secretos escondidos bajo apariencias que solo ustedes guardan.
Cuando abordamos el ser o hacer de tal o cual persona debiéramos saber de antemano que no todos andamos ávidos por escuchar las verdades y opiniones de los otros. Quizás con tan solo cambiar la manera de enunciarnos para con los demás, los resultados serian extraordinariamente mejorados. Tal vez, si Ana hubiera reconocido como sujeto de deseo a Luisa, las cosas serian distintas. Y ni que decir si Pedro hubiera notado un ápice de interés por Luisa. El terceto no existiría, surgirían seguramente otros opinologos.
Andamos constantemente vertiendo apreciaciones baratas que ejercen costosísimas perdidas para los que nos rodean.
Bueno y productivo seria preocuparnos por constatar si lo que nos mueve a hablar de Juana, no es lo que deseamos para nuestro cumulo de experiencias de vida o lo que resulta aun mejor; aprendamos a dirigir nuestras lenguas para que cuando expulsen unas cuantas palabras construyan reflexiones o criticas positivas