Vuelvo a escribirle la emoción no vivida
en una carta flotando bajo su puerta
y que se entere que espero cada noche
para mirarle esquivo desde mi parte siniestra,
y que me hace ilusión su nombre
susurrado a centímetros de mi oído
silencioso y deseándome.
Ruego por un día romper sus temores
para dedicarle una lluvia de mis versos
hablando de cosas sentidas en un beso,
de sus angustias contenidas en la dureza de sus manos
para descubrir su vida y ser atemporal,
para amarnos después de ser enemigos
y no volver a caer, como ceniza de su cigarrillo.
*
Hoy en los cielos de mi vida
intento robar algo del azul
que yo vi, en la mañana de su sonrisa
azul diáfano, que aún sobrevive
a las cinco de mi trópico.
*
Miro cómo hace su vida, y no puedo creer
que yo de su amor esté a distancia de un saludo,
pero ninguno cederá para romper cadenas
pero quizá yo no exista en su mundo
aun acariciándole con mis palabras
un poco de su rostro, y de romántico
mientras me refugio en su mirada.
*
Hoy en los cielos de mi vida
intento robar algo del azul
que yo vi, en la mañana de su sonrisa
azul diáfano, que aún sobrevive
a las cinco de mi trópico;
y así como mi azul, la inmensidad de su nombre
cada vez que una carta tatúa mis emociones
entre mis versos e inocencia,
en mi cuadrado inhóspito, lóbrego y acogedor
cuando recibe en su ventana la tarde de un sol.
*
Le escribo que si un día se detuviera en mis ojos
descubriría que llevo lunas imaginándole
ardiendo bajo la constitución de mis deseos
contándonos que lo soñamos todo;
le escribo para que se enamore de mi cursiva
en honor a los arcos de su sonrisa
que quizás hace, cuando me susurra.