En estos días me dio por escuchar lo que llaman música vieja. Y me puso a soñar, a veces con pesadillas.
La música tiene magia, toda la música, y funciona de manera individual para cada persona que gusta del género que escucha. Mis gustos han pasado por casi todos los géneros musicales, de acuerdo con cada etapa de mi vida. En los sesentas fui de lo que llamaron la nueva ola, que empezó después de Elvis y otros grandes y se quedó en el mundo a partir de los Beatles que partieron en dos la música popular (no me quiero extender nombrando grupos, ese es el tema de otro artículo) y cambiaron el modo de pensar y de vestir a millones de muchachos en el planeta tierra.
Pero los chicos adolescentes de esos años no podíamos desprendernos de la influencia de los mayores y escuchábamos su música; teníamos un revuelto en la cabeza de Rock and roll, baladas, boleros, rancheras, cumbia, salsa, vallenato del antiguo y la mal llamada música colombiana (pasillos, bambucos, torbellinos y otros ritmos de la Región Andina colombiana). Es curioso, pero en mi época de docente, ya con cincuenta y tantos años encima, en los paseos los chicos cantaban esas mismas canciones de José Alfredo, Helenita Vargas, Los panchos, etc. Al preguntarles la respuesta siempre era: es la música que oyen los cuchos cuando están sentimentales.
Ese no es el tema, lo que quiero decir es que la música me lleva el pensamiento a las diferentes etapas de mi vida y me hacen revivir momentos agradables, tristes, melancólicos, románticos, eróticos y todas las acciones cometidas en el pasado. El tango y los boleros me recuerdan a mis padres y otros familiares mayores. La música bailable de Rodolfo, Los corraleros, Los Melódicos y otros me hacen evocar las fiestas juveniles, cuando era necesario pedir permiso. Las rancheras me traen a la mente muchas borracheras, todavía recuerdo las letras y escucho con sorpresa que en muchos lugares donde se consume trago se escucha a José Alfredo, Vicente (que no es tan antiguo) Javier Solís y Toni Aguilar.
De mi momento de billares, cafetines y otros antros me llegan imágenes a la memoria al escuchar a Olimpo Cárdenas, Oscar Agudelo, Julio Jaramillo y todas las voces cantineras. Debo decir que permanecí en la mal llamada bohemia cerca de 45 largos años y por poco me matan el licor, el cigarrillo y otras yerbas, por fortuna pude dejar todo eso. Sin embargo, con los compases de cada clase de música me lleno de sentimientos y emociones variadas, no todas agradables, pero que siga la música por siempre.
Edgar Tarazona Angel