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Ir a: La trasgiversadora (1)

Ya lo dije y lo repito. El personaje es una fusión de tres personas y mi intensión no es ofender la memoria de nadie. Me pareció simpático escribir un artículo, que va para largo, con la forma original de hablar de algunas personas.

Palabra rara que oía Diva, era palabra que metía en la conversación cotidiana sin tener en cuenta la conveniencia de la ocasión o el significado del vocablo: escuchó la palabra intransigente y por derecha todo se le volvió intransigente; para que capten por completo les doy otros términos que incluyó en su léxico: imponente, esmeril, humectante, astringente… bueno, captaba los vocablos en el aire y si le parecían elegantes, sonoros, adecuados pues a decirlos.

Siempre incluyo ejemplos para mejor comprensión, ustedes sabrán excusarme: “Señor, me despacha una crema dental bien intransigente; otra crema para la piel que sea aumentante, y unas pastillas de Viagra para mi marido que se volvió imponente…”.

El pobre tipo de la farmacia no sabía que responder y entregaba lo que su entendimiento le dictaba; con frecuencia no adivinaba lo que deseaba la señora y se ganaba un regaño que tampoco comprendía:

“Don Fulano, cómo se atreve a venderme esta crema que dice humectante y yo le pedí aumentante, y mire que por aquí dice astringente y mi vecina me dijo que debía ser intransigente…”.

El pobre marido era una víctima permanente de los desafueros verbales de la doña, para su fortuna era de esas personas que todo lo asumen con mesura y tratando de no llevar las cosas demasiado lejos, valgan estos dos ejemplos. Como dicho caballero coleccionaba estampillas su mujer con mucho orgullo decía que su esposo era sifilítico; el pobre tipo no se explicaba por qué sus vecinos y otras personas le retiraron el saludo y si se lo encontraban evitaban darle la mano, hasta el día que escuchó de labios de su esposa el asunto de que era sifilítico y se apresuró a corregir, “sifilítico no, filatélico”.

El otro caso también es de antología; una de las habilidades del hombre era el uso con parecida de sus dos manos, como su estimada esposa no guardaba en su memoria las palabras con el debido significado pues se soltó a decir que su marido era bisexual (en una época en que esto era un pecado mortal de los mayores) hasta que, de nuevo, don Alberto se atrevió a corregirla: “no soy bisexual, soy ambidextro”.

Cuando en la escuela se organizaban talleres de padres con temas relacionados con el desarrollo y manejo de las relaciones padres-hijos era de risa escucharla en la charla introductoria, del tema que fuera, y los conferencistas de turno no sabían cómo empezar, después de que la señora les había dicho a los progenitores de los niños un sartal de sandeces; aclaro, ella no lo hacía por maldad o por causar daño, era su manera natural de expresión y en ningún momento se cohibía pensando si lo que estaba diciendo era correcto o no. En una charla sobre las relaciones de pareja expresó:

“Desde Adán y Eva el hombre y la mujer están para ser marido y mujer, recuerden que en el Paraíso el mismo Nuestro Señor los casó y años más tarde autorizó a San Pedro para que escribiera la Pistola que leen el día del matrimonio. A veces los matrimonios se acaban porque las mujeres son rígidas y los hombres imponentes, eso no los deja tener sus relaciones como Dios manda y que yo me acuerde en los Santos Evangelios no encontré por ningún lado como es esa cosa. También a los padres de familia aquí presentes que no tienen hijos (¡qué tal!, y les juro que es cierto) quiero decirles que vayan al médico porque puede ser que el esposo sea esmeril y ella no tenga huevos para que los espermatosaurios se reproduzcan en su seno maternal…”

En sus relaciones con los enfermos y difuntos su posición también era muy particular. Cuando le preguntaron por la salud de uno de sus familiares contestó: “Gracias por preguntarme, pues… empeora pero muy lentamente…” Cuando murió una de sus tías comentó que había muerto de contado por la noche, que según el acta de definición el médico dijo que la causa del receso era una epicristo cardiaca y que en la autopista que le practicaron no le encontraron nada malo, que el cadáver gozaba de buena salud… y eso que le hicieron la autopista sin anastasia, por fortuna no se le infectaron las heridas. Dijo que después de las honras fúnebres llevaron el calafre de la anciana para el manoseo familiar (mausoleo) y todos terminaron abrazados y deseándose la mejor de las suertes.

Para mi estimado personaje los temblores de tierra eran simios y cuando eso ocurría se encomendaba a San Vito porque decía que si los enfermos que temblaban tanto tenían el mal de San Vito, era porque este santo era el culpable de los simios que removían las extrañas de la tierra para recordarnos la fuerza de Dios en nuestros corazones y que si no teníamos verdadero arrepentimiento otro santo peor podía mandarnos una calamidad más astringente como en los días del diluvio universal cuando llovió candela sobre Sodoma y Gonorrea…

No crean por todo lo que escribo que yo siento algo contra la persona real, todo lo contrario. Ella me quería como una madre y yo sentía cariño por ella; son los recuerdos lejanos que me hicieron armar un personaje con su manera de expresarse y otros dos personajes que no es mucho lo que aportan. En una ocasión llegó una profesora de idiomas a la institución para dictar clases de inglés a los niños y de esta misma lengua y francés a los profesores y padres de familia. Por fortuna nos la presentó en privado como una experta troglodita porque dicha profesora se enfureció y hasta lloró por la ofensa y aclaró que ella era políglota y que “…esta vieja pendeja como se le ocurre decirme primitiva y cavernícola, ni se le ocurra pensar que soy de la familia de ella y bla-bla-bla…”.

Como algunas personas corren con suerte, esta no estaba lejana de Diva, para algunas cosas de la vida, no para todo, y se le dio la oportunidad de viajar a USA, por aquellos años en que el JET era la novedad en los cielos. Su relato de la experiencia merece un capítulo entero pero la voy a resumir: “Ivangínense que cuando llegué al aropuerto estaba este mostro de avión y una carabinera (azafata) esperándome en la escalera para subir. Después me preguntó si quería conocer la tribulación y le dije que claro, entonces subimos por una escalerita hasta la azotea del avión y en un cubículo con vista al frente estaban como cinco señores con uniforme de policías manejando el aparato. Lo que más me admiró fueron los relojes, había docenas y no entendí para que si con uno solo sabe una la hora, de pronto es que como el avión va a todas partes tienen un reloj para cada país…”.

De su estadía en Usa trajo algunas palabras en inglés y las copio tal como las pronunciaba: gusmornin, gusbai y polisman. Sus impresiones acerca del racismo fueron: “Lo que menos me gustó fue la discriminación racial que hay en USA y también que hay mucho negro…”.

Esto no termina, es que escribir recuerdos de humor sin perder el hilo es bien difícil, jajaja.

Edgar Tarazona Angel
www.molinodeletras.net  

 

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