Y es que la razón que nos mantenía unidos, era absurda, era tal vez tonta y sobrevalorada, pero, lo que nadie sabía era que con eso me hacías la persona más feliz.
Era lo único que nos motivaba cada tarde a seguir juntos, nos mantenía con una sonrisa en el rostro, algo extraña, pero nos gustaba.
Tal vez era amor, tal vez era pasión, tal vez sólo eran ganas de olvidarnos de todo por un momento, de nuestros problemas y nuestros fracasos, tal vez era eso, nuestra droga que nos hacía sentir mejor por un par de horas, era nuestra pase a la libertad.
Disfrutamos cada momento, uno más que el otro, dulces y amargos por igual, pero era parte del trato al fin y al cabo. Siempre terminábamos satisfechos con lo que teníamos, era suficiente pero a la vez era demasiado, los suspiros se llenaban en la habitación cuando ni de la mano nos agarrábamos por la calle, algo difícil de comprender.
Tal vez nadie entenderá la verdadera razón de lo que nos unió por primera instancia, tal vez tampoco nadie entenderá la partida de ambos, pero si de algo tú y yo estamos seguros, es que cuando estuvimos juntos, pudimos tocar el cielo cada tarde de verano.