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En las primeras horas de la madrugada llego a Sentisemo, luego de una larga noche de insomnio, en busca de un poco de alivio al maltrato ocasionado por la mala noche que he pasado.

Deambulo sin rumbo durante largo rato aprovechando, eso sí, en todo momento la paz y la tranquilidad que inunda este fantástico lugar; sin que alguien me distraiga de este solaz en el cual me sumerjo cada vez más profundo.  Ya casi llegando al fondo del abismo puedo percibir que alguien me hala hacía sí, sin que yo tenga albedrío para resistirme; solo alcanzo a distinguir, en medio de una luz extrañamente blanca, una mano larga que intenta entregarme algo.  Al recibir ese algo, la mano desaparece y yo me doy cuenta que he recibido una tarjeta de invitación… solo acato a sonreír ante el despropósito. 

Me invitaban a degustar un exquisito y suculento plato de letras… ahora mi carcajada resuena en todo el reino.  Sin embargo, superada la sorpresa, dispongo de toda mi voluntad para asistir al inusual convite.   Con una curiosidad delirante ¡me voy al ágape!! 

Por poco me retiro antes de entrar a la reunión; una especie de apocamiento se apoderó de mí al ver tantas y tan finas palabras allí congregadas… un complejo de inferioridad y timidez me amedrantó al escuchar el contundente mensaje de bienvenida con el cual me recibieron: “apreciadas palabras, con nosotros la invitada principal de la pareja real a este evento” … con su característica elegancia los miles de palabras se levantan ovacionándome con un sonoro y fino aplauso.  Demasiados halagos para mi humilde persona; no obstante, ahora envanecida por ser invitada principal de los reyes, ocupo mi lugar en el puesto de honor. 

El exquisito aroma del plato de letras incita a comerlos con ferocidad; el subyugador olor que emana del suculento plato de letras me tiene tan absorbida, que no alcanzo a entender lo que se acaba de anunciar por el micrófono; solo la sorpresiva reacción de la palabrería me trae de nuevo a la realidad.  Sigo a la palabritud cuando todas se levantan, pero me confundo al ver que unas lloran y otras ríen; algunas saltan felices mientras las demás se sujetan tristes; ¡Qué pasa?! Pregunto al aire, no sé… pero me responde, tampoco sé quién…

“Los reyes anfitriones acaban de morir víctimas de la pandemia humana”.   -De nuevo la algarabía de las palabras me confunden… no entiendo lo que está pasando; ahora todas se abrazan brincando de alegría como si se hubiesen liberado de algo muy cruel y al momento, todas lloran de tristeza como ante una gran pérdida-.  “Como ustedes saben queridas palabras, la única manera de combatir estos dos virus de la pandemia humana es unirse en busca de una colaboración mutua, pues es una realidad que estos virus, pereza y envidia, tienen una altísima velocidad de contagio y un alto porcentaje de letalidad”. 

Yo sigo sin saber quiénes son los reyes, mis anfitriones y, por ende, no sé a quién agradecer esta distinción.  Anticipándose a mi pregunta, alguien, no sé quién, me contesta: “el reino de la literatura está de luto, acaba de fallecer la pareja real; el rey Ingenio desapareció sumergido en el virus de la pereza y la reina Creatividad entregó su vida al virus de la envidia…”

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