Rosa China
La rosa china, florece casi siempre a principios de verano. Así lo hace hasta llegar el otoño, donde sus hojas verdes, carnosas, se tiñen de un amarillo glacial casi muerto. Florece de una manera un tanto peculiar, como denotando poco a poco lo común de su belleza. Mora entre los subtropicos y trópicos del planeta; llegada de Asia, viviente en casi cualquier lugar. Comúnmente es llamada Amapola, o como me gusta llamarle: “Flor del Beso”.
Su tronco es delgado, propio de su naturaleza intrínseca. Se acomoda como puede en la tierra, y crece no mucho más de cuatro o cinco metros. Al morir, sus flores en forma de labio, declinan y se enrollan en sí mismas, cayendo tímidamente sobre el suelo. Es signo de amor, lucha e historia, tomando lugares emblemáticos en varios lugares del pacifico sur y China meridional. Cuentan que muchos piratas y comerciantes de la Malasia y Borneo, llevaban sus pétalos siempre consigo, en busca de consuelo tras sus largas noches de insomnio.
Sus cinco pétalos en flor, cambian muchas veces sus vestimentas, pasando del rosa al rojo, y del bordó al amarillo. Crecen en su mayoría en América del Sur, donde fueron bien acogidas por su hermosura y esplendor. Pocos se percatan de su existencia; crecen como salvajes, abriéndose paso entre la jungla de concreto y hormigón. Llegados los tulipanes, jazmines, petunias y margaritas punzó, nos olvidamos de estos ejemplares dormidos en polvo, que añejan en ellos la basta historia de nuestro mundo carmesí.
Principalmente he de destacar la finura de sus tallos, su hoja verde brillante, su capullo viviente, y las pelotitas doradas que guarda en su interior. Cientos de abejas e insectos diminutos, viven en ella como fieles clientes de su dulzura. En las mañanas, aparecen picaflores o colibríes, que en sus colores platinados, bañan en éxtasis la imagen que hoy recuerdo. Se llenan de avispas y avispones, de abejorros y mosquillas, que le dan ese filtro divino que es el dar vida.
Ella cura y no se deja curar, es de esas muchachas que besan, pero luego no se dejan besar. Sirve de medicina, de antibiótico, tinte y sabor. Es muchas cosas, entre ellas frío y calor. En invierno te acompaña en soledad, sin hojas ni vestidos. Camina contigo en eso que vos la olvidas.
Me gusta recordarla con ese nombre que le dieron. Ese de beso y de algo más. Amapola queda algo sordo, insulso y aburrido; tal vez romántico si se quiere, pero me gusta más recordarla como “Flor del Beso”. Más aun cuando la veo achucharrada y dormida; En eso que se arruga y esconde la cara. Así como los besos mueren, dormidos y olvidados.
La rosa china es una rosa peculiar, distinta. Su sobriedad la delata, y la vuelve hermosa. Al llegar la primavera, mientras sus hermanas florecen, ella elige hacer fiaca por unos meses más, esperando que todo cambie, y allí vuelve a renacer; Esplendida para el verano. Así permanece, hasta morir en marzo, y despertar en diciembre.
Adrogué, 11 de octubre del 2020