Esta historia es real y ocurrió hace diez días a un amigo cuyo nombre me reservo por respeto a su viuda y familia. Lo llamaré Mesías por no dejarlo como NN. Fue un vecino excelente y servicial, y no lo digo porque ya se fue de este mundo y dice el dicho que “No hay muerto malo”, es que en la realidad fue un buen ser humano.
Tenía esa cualidad de algunos seres que los hace necesarios: sabia de todo lo relacionado con reparaciones, refacciones, arreglos caseros, albañilería, plomería, mecánica, en fin, uno se asombraba de la facilidad de Mesías para componer artículos dañados y arreglar problemas hogareños (menos matrimonios, jajaja).
Pues en esta época de lluvias torrenciales inesperadas muchas viviendas se llenaron de goteras y, algunos días, caía más agua dentro de las viviendas que afuera, según el decir de los vecinos. La solución era llamar a nuestro personaje que acudía tan pronto podía y arreglaba el desperfecto, muchas veces sin cobrar, así era mi amigo, no sé si muy servicial o demasiado pendejo.
El sábado antepasado lo llamó un amigo de él por el problema que ya mencioné y Mesías se despidió de su mujer para acudir en ayuda del necesitado. Se encaramó al techo y muy pronto arregló el problema de la gotera pero, como ya estaba sobre la casa le dio por revisar el tanque del agua y lo lavó para hacer el favor completo. En esas estaba cuando empezó a soplar un viento sospechoso que aumentaba su fuerza poco a poco.
Su amigo le dijo que ya dejara así y Mesías le respondió que solo faltaba colocar la tapa del tanque. Ustedes las conocen, son unas tapas circulares como de un metro de diámetro. Cuando Mesías alzó la tapa para ubicarla en su puesto el viento arreció y se estrelló contra la maldita tapa arrojando a mi amigo al vacío en una caída de seis metros. Al llegar al piso se golpeó la sien contra algo y allí se le escapó la vida. Hay un refrán popular que dice: “El que se mete a redentor muere crucificado), que pesar, lo siento mucho por su familia y a él Q.E.P.D.
Edgar Tarazona Angel