Lo encontré ayer por última vez. Con su guitarra bajo el brazo, el cigarro en la oreja, su amplia sonrisa, su característica carcajada, y el “Como andas hermano”. Todos los días pasada por la esquina de mí casa. Siempre alegre y despreocupado, sin trabajo y sin horarios. Llegaba a sus reductos preferidos, tocaba la guitarra, lo convidaban con un vaso de vino y seguía su camino.
No puedo explicar que sensación de angustia y tristeza, cuando por la mañana escucho en las necrológicas: “Hoy falleció en Dolores, a la edad de 55 años Carlos Barros”. Como fue su vida, fue su muerte, un misterio. Aquellos que lo veíamos en sus largas caminatas por la Ciudad, nos queda el recuerdo de un hombre feliz, sin ningún proyecto de vida, bohemio de alma, pero un ser humano íntegro de profesión.