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Tulipanes Negros

No encontraba ninguna idea por la calle para reflejarme sobre tulipanes negros. Llego a un café por primera vez y un fantasma me atiende, el segundo café del exilio, la última ciudad tras la ventanilla, la niebla medianoche, me auto desterré para seguir la brisa contaminada por la cenizas de un sueño a prisas; tomo un poco y veo a los espíritus cohabitando con su vejez en el parque, la muerte en sus cigarrillos, rondando las palmas, ennegreciendo la tarde, nubes sin lluvia, son abuelos buscando oportunidades de alargar fantasías y lujurias sin concretar, cuentos y noticias que nacen y mueren naciendo entre bocas y crímenes; tomo un poco y estoy a punto de convertirme  en un esperpento más, marchan todos hacia el infierno, purgándose de sus rutinas, el calor es el mismo ayer y siempre, arriba y allá abajo, ejércitos de carne sin almas, las almas frente a mí resumiendo épocas así como este café, cuando el pueblo era pueblo y cuando aquellos tulipanes solo eran dibujos calcados en mis ojos.

Cuando me fui tardé unos días y al volver el reloj me mostró que había corrido solo medio segundo, pero se me está acabando el tiempo: ni mis sueños en un vegetal, ni mis promesas en el polvo, ni amores ni besos, ni velas encendidas cada año, no he logrado enredarme en el vestido de la traición, no he podido besar al mejor de los amigos y luego olvidarlo a espaldas de su adiós, no convencí a la tarde de que ella se muere porque simplemente mañana es viernes veintinueve. Ahí van esperpentos soslayando hacia este café pronunciando en sus bocas el argumento de sus penas, sin voz ni lágrimas, lamentos que junto a mi sonrisa no vienen al caso, van petrificados entre campanazos y desolaciones, caminando por donde antes voló el cuerpo desnudo de mi inocencia.

A las tres de la tarde y algo más pronta la oscuridad, deseando que aquellos tulipanes negros se deshojen por mismos al rozar con sus espinas de plástico el cantico de una lluvia, naciente dentro de este café, comúnmente sepulcral, abatida solo por mí, moja demasiada realidad mientras me dejo llevar por las rutinas de aquellos esperpentos, explicándose el porqué de ese perfume raro y delicioso de las rosas que yacen en mi tumba.  



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