El niño de Morelia del que hablo, cumplió el septiembre pasado 81 años, él es uno de los niños que el pueblo de España exilió durante la Guerra Civil Española en 1937 y es para mi uno de los privilegios más grandes de los que me precio haber tenido, sobre todo porque se trata de mi suegro.
Se les llama niños de Morelia porque cuando fueron recibidos en México por el General Lázaro Cárdenas que era presidente de este país en ese entonces mando a ese grupo de niños a un internado que formó para ellos en la ciudad de Morelia Michoacán. Él perdió a su madre cuando tenía cuatro años de edad y al poco tiempo le tocó vivir los horrores de una guerra.
Él aprendió a su corta edad a correr a los refugios anti-bombas, a ser paciente y quedarse inmóvil tras un árbol por varias horas, mientras pasaban junto a él las balas que se disparaban ambos bandos de esa guerra.
Vivió a los ocho años el exilio que le prometieron que sería de dos meses y del cual jamás volvió. A los pocos años se escapó del internado de Morelia y se dedicó a vivir la crudeza de la vida: durmió en la calle, lo metieron a la cárcel por vagancia, fue atacado por una jauría de coyotes, trataron de envenenarlo y lo explotaron trabajando sus propios paisanos.
Trabajó vistiendo muertos en un hospital, fue borreguero, cargador, chofer de autobuses, empleado de una tintorería, repartidor de refrescos y otros tantos oficios.
Se casó, tuvo seis hijos y en una reunión en la que se revivieron todos entrañables recuerdos le pregunté que tipo de vida le hubiera gustado tener me contestó.
- Si yo volviera a nacer me gustaría tener una vida exactamente igual a la que tuve.
Es un gran hombre y estamos preparando un libro sobre su vida, por aquí seguirán viendo anécdotas de él.