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El relato

El presente relato, es una historia corta de misterio que está ambientada en la época actual. La trama posee ligeros toques sobrenaturales que, sin llegar al terror ni a la violencia, le proporcionan una pizca de sabor.


Sipnosis

Remedios es una chica de clase social baja que lucha por encontrar una situación estable. Por su sencillez y humanidad, será víctima de un pacto sobrenatural. Con el transcurso del tiempo, irá experimentando los efectos del mismo hasta que consiga obtener el secreto para librarse de dicho maleficio.

 

Relatos del Autor

  • Hora de dormir         - Intriga
  • El don                        - Misterio
  • Kuemetek                  - Aventuras
  • Duendes                    - Intriga

 @ Rafael López Rivera - Septiembre 2000

110401

 

1.                 El trabajo

Era hora de hacer el equipaje. Después de estar un año y medio trabajando en esta casa, había llegado el momento de partir. Hacía días que Remedios presentía que esto iba a suceder, lo veía venir. Esta mañana, cuando la señora habló con ella, se confirmaron sus sospechas.

Desde que murió el abuelo ya no era necesaria su presencia en la casa. Todos en esta familia se las daban de señoritos, pero la verdad era que la fortuna de la familia había ido en declive.

En esta casa, quien verdaderamente valía algo era el abuelo. Él había fundado el negocio, él se había hecho cargo de todos los miembros de la familia. Ellos por su parte, le recompensaron siendo unos parásitos que habían vivido bajo el amparo del éxito y del trabajo del viejo.

 

Nadie, en aquella familia, sería capaz de mantener a flote el negocio. Eran unos inútiles mal criados. Desde que el abuelo sufrió la embolia cerebral, hace casi dos años, todo lo bueno se iba acabando, ahora llegaba la época de las vacas flacas.

Remedios estaba segura que el anciano no murió por lo delicado de su estado, sino que murió de sufrimiento, de la impotencia y rabia contenida por tener que ver como, aquellos inútiles, dilapidaban la fortuna conseguida con el esfuerzo y el sudor de toda su vida.

A Remedios sólo la habían contratado para deshacerse del estorbo que suponía estar pendiente del viejo, de sus medicinas y de limpiarlo cada vez que se hacía sus necesidades encima. Muerto el anciano, se acabó limpiar aquel cuerpo débil y huesudo. Ya no tenía sentido que ella siguiera en aquella casa, ahora se había convertido en un gasto más a reducir.

Aquel empleo no era una panacea pero, al menos, a Remedios le aportaba un mísero sueldo seguro cada mes.

Remedios era una mujer de una apariencia física poco agradecida, sin ningún atractivo en especial, pero sin llegar a ser del todo fea. Mujer de baja estatura, pelo moreno y media melena, complexión esbelta y un poco falta de carnes. Su carácter humilde, su educación pueblerina, un bajo nivel de estudios, todo en su conjunto, contribuía a que estuviese predestinada a ser alguien anónimo toda su vida. Al igual que las miles de personas que forman la base de la sociedad actual, cuyo único objetivo es salir adelante, con la esperanza que la fortuna y el destino no les acarreen demasiadas sorpresas desagradables en esta vida que les había tocado en suerte.

El equipaje era liviano, pocas cosas había atesorado Remedios durante este tiempo, apenas nada, no tenía tiempo ni dinero para ello. Sólo había disfrutado de una tarde libre a la semana y, en muchas ocasiones, no la tomaba porque no sabía dónde ir sola, no conocía a nadie en aquella ciudad y estaba cansada de tardes solitarias en el parque. No saliendo, ahorraba dinero para enviarlo al pueblo para sus padres que, con su escasa pensión de jubilación, un hijo alcohólico y holgazán, cada vez se les hacía más difícil llegar a final de mes.

Remedios sentía mucha pena por la situación de sus padres, toda la vida luchando para al final de ésta, malvivir de aquella forma. Sin embargo, ella no era consciente que a sus treinta años, desarraigada de su hogar, sin trabajo, sin ahorros y con unos padres mayores a los que mantener, tal vez, ella misma, era una caso más digno de lástima que el de sus propios padres. El suyo no era un panorama que fuese de envidiar por nadie.

 

-¡Hola Remedios!. ¿Ya estás haciendo el equipaje? -le preguntó la señora de la casa.

     -Sí señora, cuanto antes lo tenga listo mejor, así puedo terminar esta tarde de planchar y doblar todo el montón de ropa que queda pendiente.

     -Pero… ¿No te vas hoy?. ¿Verdad?. Te marchas mañana por la mañana.

     -Sí, hasta mañana no tengo reserva de habitación en la pensión.

     -¡Bueno mujer!. No era necesario que te fueras a vivir a una pensión. Aquí te podías haber quedado unos días hasta que hubieses encontrado un nuevo trabajo.

     -¡Sí seguro!. Para seguir limpiando y trabajando gratuitamente -pensó Remedios.

     -Gracias señora, pero las despedidas, cuanto más cortas mejor, luego una se siente mal -contestó Remedios con una sonrisa en la cara.

     -Hablando de despedidas -dijo la señora sacando un sobre doblado del bolsillo-, aquí tienes el dinero de este mes. He incluido una pequeña gratificación por los servicios que nos has prestado a todos durante este tiempo. Me hubiera gustado darte más dinero pero, ya sabes que, las cosas en esta familia han ido de mal en peor -se excusaba la señora.

Siendo como era la señora, seguro que la gratificación era pequeña pero para las cremas, gimnasios, operaciones de estética, trajes y perfumes de París, la señora nunca había escatimado en gastos.

     -También te he escrito unas muy buenas recomendaciones y, eso hoy en día, vale su peso en oro.

Remedios notaba que la estaba tratando con la misma frialdad con la que se trata a una empleada cualquiera. A ella, que los había querido como a su propia familia, que se había preocupado por ellos, que había pasado las noches en vela atendiendo al viejo para al día siguiente, continuar con las labores de la casa y ahora, en el momento de la despedida, se la despachaba con una gratificación monetaria. Ni unas gracias, ni un abrazo. ¡Deprimente, la vida siempre es decepcionante!.

Pero..., no tardarían en darse cuenta y en echarla en falta, en el momento en que la porquería se amontone en la casa, seguro. Teniendo en cuenta que eran señoritos todos, esto no tardaría mucho en ocurrir.

     -No se tenía que haber molestado -contestó Remedios-. Yo me doy por pagada con el trato que he recibido en esta casa.

     -¡Tú siempre tan humilde Remedios!. Bueno, es hora de marcharme. Si no nos vemos mañana, te deseo lo mejor querida -se despidió la señora.

     -Gracias señora.

     -Muy mal tengo que estar para volver a trabajar con esta loba -pensaba Remedios-. Esta familia es un grupo de ingratos que no saben valorar lo que una ha hecho por ellos. Pero... Cuando no tengan a la Remedios para hacer y recoger todo en la casa, ¿dónde van a encontrar a otra tonta que les trabaje sin vacaciones, sin seguro y sin protestar?. ¡Ya se acordarán de mí, ya... !.

 

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