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Capítulo 9: “Federico”

Los días en la estancia no eran felices para Federico, la monotonía lo fastidiaba, lo ponía de malhumor. Roberto no ayudaba, pero era razonable, el coronel le exigía trabajo hombro a hombro con el resto de la peonada, mañanas soleadas, mañanas tormentosas, todo era igual. Stella no le hablaba, el también prefería evitarla, le hacía daño permanecer a su lado o compartir una reunión familiar.

Una mañana de sol, decidió caminar fuera del ámbito al que estaba acostumbrado a ir. “Llegaré a la laguna por mi cuenta”, se dijo, debo hacer algo por mí mismo, dejó una nota a Roberto, que aún dormía y partió sin que nadie lo viera. Caminó lentamente, de pronto, se detuvo y observó la inmensidad de la llanura, reflexionó que estaba allí, parado, estático, ante aquella naturaleza que también estaba inmóvil, todo a su alrededor era silencio absoluto, éste era su propio mundo, en la inmensidad y la soledad, advirtió de pronto, sin querer descubrir esta realidad que lo circundaba que solo él podía ser el motor de vida, en su melancólica existencia sin descubrir su propio ser, supo en ese instante cuán poderosa podía ser su existencia, aún en soledad, su mundo real a su alrededor y su mundo ideal en constante movimiento, revelaba su desconocida identidad. “¿Era esto lo que buscaba?”, se preguntó, no había aún respuestas, pero, tenía claridad ahora frente a esa naturaleza terrenal y estática, él podía avanzar, en ese mundo creativo que él varias veces imaginó. Victorioso o tal vez fracasado. El tiempo inexorablemente le haría ver su única realidad visible, palpable y vivida con su propia experiencia. Pero, algo cambiaría su estado de ánimo esa mañana en que creyó descubrirse ante el mundo exterior. Nuevamente, signos de dudas sobre su identidad se proyectarían en su mundo interior.

***

Stella, también se había levantado temprano, tal vez a la partida de Federico, no sabía que el joven se había marchado. Se dirigió a la caballeriza y montó su caballo. Su destino, la laguna de la estancia. Allí, la esperaba Tomás.

Llegó a la hora acordada, él le ofreció su brazo para que Stella desmontara del caballo. Se abrazó al joven y se lamentó:

-¡Ay, Tomás!…mi bravo semental, te extraño tanto…se me hace difícil vivir sin vos.

El reaccionó rápidamente:

-Vamos lejos de este maldito lugar…trabajaré día y noche para vos, nada te faltará.

-No –exclamó ella- no seas ingenuo mi amor, no pretendo una vida fácil…es otra cosa lo que me lleva  no poder tenerte y asumir el rol de esposa del hombre que nunca amé…lo entenderás algún día, hoy podemos disfrutar solos de esta mañana…

-Debo volver al trabajo, ¡el coronel está muy cabrón! – se disculpó, pero ella rió graciosamente:

- Mi toro salvaje, haceme sentir el calor de tu cuerpo. Pronto…

Se recostó sobre el verde pasto, húmedo por la bruma matinal, reconfortante de frescura para un cuerpo que no saciaba su sed sexual.

El hombre se arrojó sobre Stella y tomándole los senos comenzó a besarla apasionadamente, ella movía su cuerpo incitando a Tomás a apretarla más contra su cuerpo, se desnudaron, casi desgarrando las ropas. Tomás rasgó su camisa. Tanta era la pasión que los embargaba que descuidaron lo más esencial, el decoro reemplazado por la desvergüenza, nada les importaba, si alguien los observara, sin miedo a que los descubrieran.

Precisamente un observador atónito los veía a pocos metros del lugar. Federico no podía creer lo que acontecía allí. Stella con el hijo del capataz en una danza sexual casi dantesca. Sintió una profunda desilusión, tal vez, vergüenza. ¡Como se había reído de él! ¡qué ironía!, se dijo con bronca, se recostó sobre un eucalipto que rodeaba la pequeña playa del lago para no ver más. Asco le dio pensar en su prima, iba a casarse con Andrés Ayala, lo incitó en algunas oportunidades, y ahora con Tomás, un desenfrenado romance erótico, realmente ¿Quién era Stella Rivera?, ¿hacia dónde se dirigía con aquellas actitudes que lo desconcertaban?...no lo entendió o tal vez en su frustración no quería comprender que su prima era una prostituta…¿era realmente una ramera, o también como él, buscaba su propia identidad?. Preguntas sin respuestas. Federico emprendió el regreso a la estancia dejando tras de sí a los amantes que seguramente aún disfrutaban del placer del amor.

***

Roberto conducía la camioneta repleta de fardos de alfalfa, los llevaba al granero, allí lo esperaban Dionisio y Pedro, dos jóvenes peones que realizaban la tarea más pesada, cargar y descargar todo tipo de materiales que traían desde el campo o que trasladaban ganado vacuno al pueblo vecino en  ocasión de la feria ganadera.

Roberto frenó la camioneta justo a la entrada del galpón principal y los jóvenes se aprestaban a descargar.

-Vamos, muchachos, hay que terminar con todo esto ahora – les dijo Roberto- el patrón sigue muy cabrero – y rió.

-Está bien niño – con respeto, Dionisio le respondió y dirigiéndose a Pedro le indicó- súbete al vehículo y pásame los fardos, los llevaré adentro.

-Te ayudo – intervino Roberto – hoy tengo ganas de hacer fuerza.

-No, niño, usted quédese en la camioneta, este trabajo lo hacemos nosotros.

-Para nada – interrumpió el joven Rivera- hoy les ayudo.

-Como quiera – respondió resignado Dionisio.

A pesar del desgaste por el rudo trabajo, Dionisio era un joven apuesto, fuerte y bien distribuido sus atributos corporales. Roberto se había fijado en eso esa mañana que en la oscuridad de la noche de Navidad no había podido apreciarlo, sí era el mismísimo Dionisio, al que le había hecho el “jueguito”, hoy estaba dispuesto a seguir ese juego y comprobar hasta dónde llegaría a relacionarse con Dionisio, que no tenía familia, era soltero, no sabía de alguna joven que estuviera a su lado, en fin, Roberto se arriesgaba hoy con el muchacho. No haría valer la condición de ser el hijo del patrón, pero, se jugaría, después de todo, Andrés estaba distante y además sentía rencor por lo que estaba por suceder con su hermana.

Terminada la faena del día, Dionisio se sacó la camisa, el calor y el esfuerzo físico necesitaba liberarse, Roberto ya lo había hecho a mitad del trabajo, Roberto dirigiéndose a Pedro, le ordenó:

-Podés irte, Pedro, ya es mediodía.

Dionisio se sentó en el piso del galpón y de la camisa extrajo una caja de cigarrillos, que convidó a Roberto, este no aceptó porque no fumaba, pero lo imitó y se sentó a su lado. Podía oler la transpiración de Dionisio, el joven no lo miraba, a pesar de la proximidad. Sentía Dionisio incomodidad al estar cerca del hijo de su patrón, al final dirigiéndose a Roberto manifestó:

-Bueno, niño, me retiro también, es hora de almorzar.

-Sí, claro…pero, ¿tenés donde ir a comer?

Dionisio lo miró sorprendido y le respondió:

-Sí, niño en lo de la Dorotea.

-¿Quién es Dorotea? – preguntó Roberto.

-Es la cocinera de la estancia. Los que no tenemos familia, vamos allá. El patrón paga por nuestra comida.

-Ah, sí, claro… ¿Querés comer conmigo? – se animó por fin Roberto a preguntarle e invitarlo, tomándole el hombro, casi como una caricia.

Sorprendido Dionisio, se apartó del joven, no imaginó cual era la intención de Roberto, a pesar que en la noche de Navidad algo, no sabía con exactitud qué, algo había ocurrido entre ellos y tomó distancia como precavido que era,  se disculpó:

-No, niño…le agradezco, pero, cada uno debe ocupar su lugar, usted en la casona, yo en el comedor de Dorotea – se incorporó y se colocó la camisa – disculpe usted nuevamente, pero es así.

Roberto no le respondió, tomó su camisa y se la echó al hombro. Su conquista había fracasado, tal vez, Dionisio lo advirtió, las miradas de Roberto hacia él parecían por demás sospechosas y no se quiso involucrar en nada.

Roberto subió a la camioneta y se marchó, a la vez que Dionisio se preguntó:

-¿Qué querrá el niño Roberto conmigo?. Desde la Nochebuena que me sigue, no sé que pretende, me confunde.

No le dio mayor trascendencia y se marchó a la casa de Dorotea.

***

La noche había caído en la estancia,  se cenó temprano, el día había sido agotador, Stella cenaba esa noche en casa de los Ayala. Clarisa y Rafael se retiraron a sus aposentos y los primos hicieron lo mismo.

Federico contempló a su primo que se desvestía para meterse en la cama. No habían conversado mucho desde aquel episodio en la laguna. Federico se acercó a su primo y la confesión que le formuló dejó a Roberto turbado ¿Qué lo impulsaba a cometer un acto como el que iba a animarse a emprender?, tal vez la desilusión que Stella le produjo en la laguna, ¿Por qué haría esto ahora? Y estaba muy decidido:

-Roberto…quiero intentarlo con vos. No sé, desde que pasó aquello en la laguna…

-Olvidalo- lo interrumpió el primo- fue un despropósito aquello.

-Tal vez, pero, quiero descubrir cuál es mi identidad sexual…estoy desorientado, no pude en aquel prostíbulo…no encuentro la forma de relacionarme con una mujer…soy virgen… y antes de caer en un precipicio de donde no hay forma de salir, quiero investigarme a mí mismo.

-¿Querés hacerlo?...conmigo – preguntó temeroso Roberto.

-Si.- Respondió Federico con certeza, estaba decidido. Hagámoslo.

-No me parece correcto – reflexionó Roberto –tranquilo, no es tiempo para esto, lo sé, tené paciencia, solo vas a descubrir tu identidad sexual, como siempre decís, cuando alguien te haga mover el corazón y vas a sentir que ése es el momento.

Federico lo observó sorprendido, no esperaba una reacción así de su primo, pero, igualmente arriesgó:

-Lo que me decís ya lo he sentido.

-¿Con Stella? – interrumpió Roberto.

-Sí – confesó Federico.

Roberto se sentó a su lado y le tomó la mano:

-Ella no es para vos. Lo que te pasa con Stella es un metejón, pronto la vas a olvidar. No es ella la que te  hará mover todo tu cuerpo y mente.

-¿Entonces? – Federico estaba muy desorientado.

-Entonces – repitió Roberto y le dio una palmadita en el muslo – mañana iremos a lo de Ruth y lo intentarás de nuevo. Esta vez voy a acompañarte y estaré atulado hasta que entrés con alguna puta. Lo vas a lograr, lo sé, lo intuyo. Ahora relájate, metete en la cama y dormí tranquilo – sonrió.

-Gracias, un gesto tuyo que jamás olvidaré.

Se desvistió y se acostó, pensativo, tardó en conciliar el sueño. El momento vivido en la laguna viendo a Stella con aquel hombre, descubrió que le habían desgarrado una parte de su cuerpo, le costó borrar momentáneamente de su mente aquel episodio.

Roberto pareció dormirse de inmediato. 

***

Por la mañana, desayunaron los jóvenes primos, Roberto se excusó ante su padre de no trabajar ese día:

-Voy con Federico al pueblo vecino – le dijo.

El coronel lo miró detenidamente, advirtió cual era la razón, luego dirigiéndose a Federico le preguntó suspicazmente:

-¿Conoces el pueblo?

Federico no respondió de inmediato, pero, al cabo de unos segundos asintió con la cabeza y seguidamente exprsó:

-Sí. Con Roberto fuimos un día a comprar unos repuestos.

-¡Ah! – manifestó como si se hubiese sorprendido – no lo sabía. Pero, sí – dirigiéndose a su hijo – tomate el día libre, diviértanse…¡ya saben, no quiero problemas! –advirtió.

-Estaremos para el almuerzo. –respondió Roberto, y muy entusiasmado lo animó a Federico  vamos, primo. No perdamos tiempo.

-Sí. Vamos – atinó a responder el joven Montemaggiore.

Subieron a la camioneta y emprendieron el viaje al lupanar de Ruth.

Cuando llegaron, Ruth estaba en el bar con un par de hombres, compartiendo unas cervezas, saludó afablemente a los muchachos y los condujo arriba:

-¿Quieren piezas separadas? – les preguntó a lo que Roberto contestó:

-Sí, Ruth, por supuesto y a mi primo una especial.

-¿Qué pasó la otra vez?-preguntó dirigiéndose a Federico.

-Vamos Ruth - intervino Roberto – no molestés a mi primo.

-¡Oh sí! –  exclamó burlonamente - el jovencito de ciudad es un caso especial.

-Ruth…-volvió a interrumpir ya molesto Roberto - acabemos con aquello. Mi primo quiere tener sexo ahora.

-Está bien, no te enojes muchachote- rió – ¿Herminia te parece bien para él?...y …¿vos?

-Si, me parece muy bien. En cuanto a mí…me da igual…puede ser Ileana o Lupe.

-Bueno, Lupe está ocupada ahora, Ileana en aquella habitación – le indicó la del fondo.

Roberto tenía que demostrar su masculinidad, eran solo diez minutos con erección violenta y eyaculación rápida. Una simple masturbación con prostituta de por medio. No significaba nada para él. Su padre iba a preguntar a Ruth. Y él había cumplido con su rol de macho.

Para Federico era una prueba muy importante, había fracasado en el primer intento, luego el desatino con su primo. Hoy comprobaría si podía romper su virginidad y probarse a sí mismo si era capaz de relacionarse con mujeres.

Herminia no era una linda mujer, mucho mayor que él, tendría unos treinta años, pero un cuerpo bien formado. No haría enloquecer a cualquier hombre, pero sí, podría satisfacerlos. Observó detenidamente al joven y advirtió de inmediato que era su primera vez.

-Vení lindo – le dijo – te voy a desvestir.

-Puedo hacerlo yo – replicó el joven.

-No- le respondió Herminia – será más interesante que lo haga yo. Vos no tenés que hacer nada…¿sí?...

-Bueno- lo dijo sin interés – como quieras…

-No estés tenso, precioso. Tranquilo, Herminia te hará sentir en el paraíso.

Eso esperaba Federico, de una vez por todas era éste su gran momento para descubrir su verdad.

Herminia lo desnudó y comenzó a cubrir su cuerpo con sus manos a la vez que le tomó las manos del muchacho y las llevó a sus senos, Federico las tomó y comenzó a apretarlas, corrió sus manos y desprendió el sostén de satín de la mujer, sus pechos quedaron al desnudo y rozaron el torso del joven. Ella llevó entonces sus manos hacia abajo y comenzó a acariciarlo. De inmediato Federico sintió que tenía una erección y que necesitaba imperiosamente introducirlo en la vagina de Herminia. Esta lo arrojó a la cama y lo montó contorneando su cuerpo. Federico sintió un dolor intenso primero, luego un placer incontenible. Había quebrado su virginidad.

***

Los jóvenes se reunieron en el pequeño bar. Roberto no se animaba a preguntarle a su primo como había sido todo, pero éste se adelantó y le confesó en voz baja:

-¡Ya está! - rió y prosiguió – fue muy bueno.

-¡Bien! - muy feliz Roberto - bien primo…venciste tus temores…bueno, si ya está, podemos brindar con una cerveza bien fría..

-Está bien - seguía sonriente pleno de dicha – brindemos.

Había caído la tarde, cuando los primos llegaron a la vieja casona, ebrios y cantando alocadamente.

Clarisa salió a sus encuentros un tanto alarmada por la hora:

-¡Qué ha sucedido!...¿por qué vienen a ésta hora?

-No, mamá…hemos estado de parranda…no te preocupés, ya somos grandes.

-Pero…-Clarisa estaba sorprendida por la alegría de los muchachos – bueno…-se resignó - ¿van a cenar?

-Sí- respondió Federico – tengo apetito.

En ese momento apareció Stella, que los miró de reojo y desafiante, les dijo:

-¡Miren a los señores!...de juerga, en lugar de producir – se quejó por fin, tenía celos de ambos y lo manifestó sin retaceos – mientras papá está preocupado por la escasa producción, los jóvenes se van al prostíbulo.

-¡Callate! – le espetó su hermano – papá nos autorizó a tomarnos el día libre, además Federico es nuestro invitado, él no tiene responsabilidades.

-¡No me mandés a callar! – Stella mostró toda su indignación- no tenés derecho a hacerlo…y en cuanto a vos – dirigiéndose a Federico – ¡mírate un poco! y no te hagas el intelectual…dejás mucho que desear…

Federico, que tenía la mente confundida, no entendía lo que su prima quería decirle, no era un insulto para él si con esos dichos ella había querido insultarle. La ironía de Stella iba más allá de querer desmerecer a su primo, sentía rabia por su propia frustración, como mujer que no tenía un sendero definido para transitar en su vida, amaba en silencio a su primo, pero, al mismo tiempo tenía temor que ese amor que sí era correspondido y ella se encargaba de precipitarlo al fondo del olvido, por el desamor que le infundía al joven desorientado por sus acciones, lo que conseguía era que él se apartara en lugar de entregarse, tal como pretendía. Y para Federico, que reflexionó los porqué de sus dudas con respecto a su identidad sexual, Stella le había hecho ver claramente su camino, el encuentro casual de aquella mañana en la laguna, junto a Tomás, el ardiente desenlace amoroso entre ambos, iluminó su visión carnal, despertó su sexualidad adormecida por tener solo en su mente el cuerpo de Stella, la locura que ella se convirtiera en su primera experiencia, lo había pensado mucho tiempo, cuando la vio por primera vez, después de algunos años, esa sensación se hacía cada vez más presente, más real, más necesitada, más querible. Todo se desvaneció aquella mañana fatídica en que comprendió el daño que sufría a causa de su amada prima. Ahora no la necesitaba, por el momento, era una más y eso para Federico tenía sabor muy amargo, prefería de ahora en más ignorarla, sería lo mejor que podría pasarle por el resto de ese verano singular en su vida. Aún restaban muchas cosas por suceder. Él las ignoraba, no pensaba en su futuro. Hoy había superado una etapa muy difícil en su vida. Comenzaba a madurar y ya no dudaba de su sexualidad. Eso lo hizo feliz.   

Continuará…

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