—Me han asustado.
—Y con razón. Si llegan a dar con nosotros, nos hubieran devorado en un abrir y cerrar de ojos. Por suerte me quedaba algo de ungüento. Bajemos cuanto antes.
Cuando llegaron abajo sólo quedaba de los whorgos un indescriptible hedor. Silvia se tapó la nariz con un mano, en tanto que su compañero le tomaba la otra y se internaba aún más en la espesura.
Estuvieron caminando largo tiempo. Silvia no veía prácticamente nada entre la niebla y la oscuridad de la noche pero el muchacho parecía saber adonde iba. En un momento determinado se paró.
—Es aquí —dijo.
Se agachó entonces y apartó unas ramas del suelo. En el claro que había quedado apareció una losa y cuando iba a retirarla, ella le sujetó del brazo:
—Un momento. ¿Cómo te llamas?
Él la miró como antes pero esta vez no hizo ningún comentario.
—Gheywin —dijo.
—¿Dónde vamos?
—A un lugar seguro.
Empujó la losa sin demasiado esfuerzo y bajó algunos peldaños. Se detuvo y encendió una tea. La levantó algo hasta alumbrar la cara de la chica y la invitó a bajar. Silvia bajó y comenzaron un corto descenso por un angosto corredor inclinado que continuaba después por otro llano. A medida que avanzaban se iban haciendo más claros unos sonidos de actividad al fondo. Además se apreciaba un débil resplandor de color rojizo. El corredor se hizo más amplio y entonces se cruzaron con un joven algo mayor que Gheywin, vestido de la misma manera. Les saludó llamándoles por sus nombres y se detuvo para contemplar a la muchacha con cara entre asombrada y divertida. Gheywin respondió al saludo y continuó caminando hacia la luz, que cada vez era más clara.
Al fondo del corredor se encontraron con una sala abovedada en la que varios hombres trabajaban forjando herramientas parecidas a dagas. Los pocos que levantaron sus cabezas repitieron el gesto de extrañeza al ver a la chica. Gheywin no les prestó atención y continuaron su camino, atravesando otras salas en las que se realizaban otras actividades. Al final, llegaron a una puerta cerrada en cuyo umbral se encontraban dos fornidos guardianes. Cuando iban a abrir la puerta, les cerraron el paso. Gheywin les miró inquisitivamente.