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—¿Falta mucho? —dijo Silvia, jadeando ligeramente—. Tengo hambre y estoy cansada.


—¿Cansada dices? —Rhwima miró, sarcástica a Silvia—. Las jóvenes no valéis para nada. A tu edad, yo no corría, ¡volaba! Y no me cansaba nunca...


—Eso es normal, usted es una bruja...


—Estás muy graciosa para estar tan cansada. Seré una bruja pero eso de que las brujas volamos es una superchería. Hacemos algo mejor que volar: viajamos con la mente. Posemos estar allá donde queremos ir mientras que el resto de los mortales tienen que conformarse con ver lo que está a un palmo de sus narices.


—Siento mucho el comentario pero ¿podríamos parar un momento? Estas piedras me están rompiendo los pies.


Ciertamente, el paisaje había cambiado mucho. Caminaban por un empinado y pedregoso camino y la temperatura había bajado considerablemente como consecuencia de la altitud.


—Pronto pararemos. El refugio de Rhunwer está a poca distancia de aquí.


Rhwima soltó una risita.


—¿Por qué se ríe? —preguntó Silvia.


—Me estoy imaginando la cara de sorpresa que pondrá cuando me vea.


—¿Por qué?


—Hace mucho tiempo que no nos vemos. Es una estrategia. Vivimos separadas para que no nos puedan atrapar fácilmente. Sólo así podremos cumplir con nuestra misión.


—Y, ¿cuál es esa misión?


—Algunas de nosotras estamos destinadas a participar en los grandes cambios que han de producirse en Mendh Yetah cuando llegue el momento. Por lo que me has contado de Uhrima, ese tiempo ha llegado ya. Por cierto, ¿cómo está Uhrima? ¿qué hace?


—Tiene un comercio de productos exóticos.


—Muy propio de una bruja. ¿Está muy vieja?


—No. Mucho menos que... —Silvia calló...


—¿Que yo? Muy amable.


—No quería decir eso.


.¿No?


—Bueno... sí, pero no quería ofenderla.


—Y no lo has hecho. Soy vieja desde hace tanto tiempo que no sé si he sido joven alguna vez. En realidad sí lo fui y no fea, por cierto. Entonces, recuerdo que me ilusioné con algún muchacho pero no tuve demasiado éxito. Era una chica, ¿cómo decirlo?...rara.


—¿Desde cuándo es bruja? Quiero decir, ¿cuándo lo supo?


—¿Que cuándo lo supe? No sé. Creo que desde siempre. Fue mi madre quien se dio cuenta pero no dijo nada. Ocurrió que por alguna razón supe que habría un terremoto. Después de que éste tuvo lugar, mi madre me miró de un modo especial. Ella sabía que debía comunicar el hecho a los Brujos de Iskhar pero también sabía que desde ese momento no me volvería a ver, de manera que calló.


Crecí entonces como una niña normal pero nunca me aceptaron igual que a loas otras niñas. No era como ellas.


Una mañana, durante una celebración religiosa, la Bruja Mayor de Iskhar me reconoció entre la multitud. Encargó a dos de sus sirvientas que me llamaran a su presencia y desde ese día pasé a formar parte del selecto grupo de Brujas de Iskhar. Por supuesto, jamás volví a ver a nadie de mis antiguas amigas ni  tan siquiera a mi familia. Fue como volver a nacer en otro mundo...


—Pero —insistió Silvia— ¿cómo lo supo? ¿sólo por lo del terremoto?

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