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Silvia no tuvo ni que preguntárselo a sí misma. Ella nunca faltaría a un compromiso. Decidió que la tal Rhwima era una cascarrabias y dejó la discusión del tatuaje para más adelante. En seguida escucharon el graznido de Grag y Silvia se alegró de oírlo. Pasó rápidamente y a baja altura por encima de sus cabezas y se dirigió hacia el frente hasta que no fue más que un punto en la lejanía.


—¿Ves aquellas montañas, niña?


—Sí.


—Hubo un tiempo, hace muchos años, que una muy influyente y poderosa bruja Iskhar tuvo que huir y refugiarse en ellas. Sus enemigos lo supieron y enviaron perseguidores tras su pista. Todos ellos, sin excepción dieron con su rastro pero ninguno se atrevió a llegar hasta el final. Se acercaron mucho a su refugio. Algunos dijeron, incluso que la habían visto o, más bien, que habían visto una figura tocando un arpa destellante con un sonido tan fuera de la realidad que inspiraba paz y terror al mismo tiempo. Cada vez que los perseguidores fracasaban y regresaban al reino Iskhar , los brujos les castigaban y enviaban a otros en su lugar. Así una y otra vez hasta que decidieron que quizá Rhunwer no deseaba salir de las montañas. Acertaron o no. Aún no se sabe. Es posible que haya llegado el tiempo de que la gran Rhunwer regrese a su pueblo. Lo sabremos cuando la encontremos.


—¿Tardaremos mucho en llegar?


—Dos días si no hay novedad.


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