Los dos guardianes separaron sus picas e hicieron una temerosa reverencia cuando Mascoldin entró en el salón ovoide en el que se encontraba, melancólica, la reina Shat. Se escuchaban los suaves sones de una pieza supuestamente destinada a elevar el ánimo de la soberana. La habían elaborado los Magistrados debido a la depresión que atormentaba a ésta. Sin embargo, por indicación del pérfido consejero, el efecto que conseguía era exactamente el opuesto. Mascoldin, al ver el aspecto de Shat, sonrió imperceptiblemente. Se acercó al trono y se sentó al lado de la reina.
—¿Traes alguna noticia? —dijo ésta sin levantar la vista.
—Sí, Señora. Y bien trágica.
—Habla.
—Se trata de Radjha. Una patrulla capturó a un grupo de obanos. Dicen que la princesa ha muerto.
—¿Muerto? —Shat no pudo ocultar la impresión.
—Los rumores son confusos. Al parecer, cuando escaparon, se dirigieron a Zenitha, a la corte de Glhor. Éste, sin embargo, mal aconsejado por su última esposa, de quien dicen que tiene tratos con los Iskhares, permitió a los brujos dar con su pista y capturarla. Sin embargo, los brujos no la capturaron sino que enviaron una horda de whorgos contra ella. También se dice que Gheywin se salvó del ataque por lo que podría ser que el muchacho sea también un traidor.
Shat se abatió en su asiento y ocultó el rostro con sus manos. Estuvo así, postrada, durante un buen rato. Ordenó callar a las arpistas y que se desalojara la sala. Todos los presentes excepto la guardia de la reina salieron de la estancia. Shat hizo que éstos también salieran y se quedó a solas con Mascoldin. Al principio no dijo nada e intentó sondear la mente de éste sin encontrar ningún indicio de engaño. El consejero captó el sondeo pero estaba preparado. Sabía que una dama del linaje de Shat nunca confiaría ciegamente en nadie. De cualquier manera, el estado depresivo que atenazaba la mente de la reina no le permitía ser demasiado sagaz. Cuando Shat estuvo convencida de que no había peligro, dio a Mascoldin instrucciones bien detalladas sobre lo que debía hacer.
—Quiero que seas mi embajador en la corte de mi hermano Glhor. Le citarás a una entrevista conmigo en un lugar neutral. No quiero que sepa que estamos enterados de la suerte de su hija ni que sospechamos de él. Acudiréis al Santuario dentro de una revolución completa de las lunas y Glhor no llevará más que una escolta de parlamento. Yo haré lo propio. Partirás inmediatamente.
Mascoldin hizo una reverencia y salió de la sala concentrado en las órdenes de la reina. No se relajó hasta llegar a sus aposentos. Entonces sonrió abiertamente. Su plan marchaba por buen camino y pronto mandaría sobre todos los goljianos. Su dinastía sería larga y gloriosa. Tomó una pieza de fruta de la mesa y la comió lentamente.