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Gheywin despertó algo desorientado. Se había detenido a dormir un rato. Pensaba haberlo hecho durante una cuatro horas pero no pudo relajarse. Además del frío extremo y de saberse perseguido, estaba preocupado porque no llevaba ungüento. Esas complicaciones  le impidieron conciliar el sueño. Sin embargo, al cabo de unas tres horas en vela, se durmió profundamente y ahora, una vez hubo despertado, no sabía durante cuánto tiempo había estado durmiendo. Miró hacia el sol para orientarse y calculó que lo había hecho durante unas siete horas por lo que dedujo que estaba en peligro.


Recogió sus pertrechos y se dispuso a reanudar la marcha. Antes echó un vistazo hacia atrás, entre la niebla que cubría la inmensa llanura. Por un momento le pareció ver a lo lejos una figura solitaria pero no estaba seguro. Comenzó a andar, ahora hacia el suroeste, hacia las montañas que se veían a lo lejos. Si no se equivocaba, en el extremo oeste de esas montañas se encontraba el paraje donde había desaparecido Radjha.


Al cabo de una hora de marcha miró de nuevo hacia atrás. La niebla parecía no querer levantar. Esta vez no vio nada y eso le tranquilizó. Se concedió cinco  minutos de descanso y bebió un sorbo de agua. Hasta ese momento no se había percatado de la total ausencia de sonidos indicadores de vida. Entonces Gheywin se sintió sólo y desamparado en aquel mundo hostil, en las tierras inhóspitas y recordó con nostalgia aquellos días de felicidad, en Undhia, con Silvia, creciendo y aprendiendo. Ahora todo aquello había cambiado. Era como si hubiera crecido de repente, como si ya le estuviera vedada la niñez. Cuando decidió reemprender la marcha, escrutó nuevamente el horizonte y entonces vio la figura con más nitidez. Decididamente, alguien le seguía. Apuró el paso pero enseguida notó que el cansancio no le permitiría mantener  un ritmo intenso.


Pensó que tal vez no fuera un perseguidor, que la casualidad podría haber hecho coincidir los caminos de dos viajeros. Deseó que así fuera y a punto estuvo de esperarle. De cualquier manera, no lo hizo y, tras otra hora de caminata, se detuvo para comprobar si aún mantenía la distancia.


No sólo no la mantenía sino que ésta se había acortado considerablemente. Gheywin no perdió los nervios. No podía reconocer a su perseguidor puesto que el sol, que empezaba a asomar entre la niebla, le daba en los ojos. Miró hacia delante y localizó a lo lejos, una pequeña elevación del terreno. Se dirigió a ella. Cuando llegó, miró disimuladamente hacia atrás. Ya se apreciaba con bastante nitidez la silueta del otro pero aún no podía reconocerlo. Calculó que llegaría hasta donde él se encontraba en una media hora, así que se ocultó tras una roca y esperó. Más o menos en ese tiempo escuchó las pisadas y pudo imaginárselo subiendo el promontorio. Se asomó con cuidado de no dejarse ver y entonces pudo reconocer a Ruán. Iba armado y subía con decisión la ligera pendiente.


Gheywin le dejó pasar. El obano miró al frente desde la cima y se puso en guardia cuando no vio a nadie.


—¿Me buscabas? —preguntó Gheywin, dejándose ver.


—Al huir  has puesto en entredicho mi honor, noble Gheywin.


—Nunca te prometí que no escaparía.


—Pero yo te di mi confianza...


—Y, ¿ahora?


—Regresa conmigo.


—No lo haré.


—Repararás mi honor... y el tuyo.


—A nadie debo demostrar nada y menos a ...


—¿Tal vez quieres decir a alguien... inferior?


—No. No ha sido eso lo que he querido decir.


—Regresa y nadie tendrá en cuenta tu huída.


—¿Y si me niego?


—Te obligaré a venir conmigo.


—Sé defenderme, Ruán.


—Tu poder mental no te servirá conmigo. Tendrás que luchar.


—No temo a nadie.


—No lo dudo pero agradece que he sido yo quien te ha encontrado. En estos momentos mi hermano dirige una partida para darte alcance. Si te hubiera encontrado él, ya estarías muerto. Por fortuna he sido yo quien te ha hallado y tienes una oportunidad pero no sería bueno que alguno de los dos muriera o resultara malherido.


Gheywin sopesó esa frase. El resultado de una pelea entre ellos sería incierto y él había escapado por Radjha. Quizá aún estuviera viva. Pensó que si luchara con Ruán y muriera o quedara herido, no podría ayudar a la chica.


—Estoy buscando a Radjha —dijo—. Si aún vive, he de encontrarla.


—La buscaremos juntos. Ahora debes acompañarme.


Tras unos momentos de duda, Gheywin decidió que Ruán sería un buen compañero en la búsqueda por lo que resolvió no enfrentarse a él. Juntos, acordaron avanzar hasta el paraje en el que había desaparecido Radjha. La noche les sorprendió en las montañas y decidieron acampar. Recogieron algo de leña y se prepararon para dormir al abrigo de un buen fuego.


 

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