Podría pensarse de [[Savater]], que se vuelve rosado e idealista cuando aborda temas sumamente coyunturales y a la vez relegados a un rincón del olvido, o que decididamente hace guiños y apologías a otros autores considerados filantrópicos. Pero dicha afirmación partiría de un sesgo que desconoce la verdadera intencionalidad de la educación, otra cosa bien distinta es que, este mundo y sus afanes sus imperativos inmediatos y la univoca definición del éxito, terminen por tergiversar los mas encomiables propósitos de la educación.
No es pues gratuito encontrar aun personaje tan ilustre e inspirador como el Sr. [[Alfonso Reyes]] quien en un tiempo donde primaba el positivismo decidió encauzar su retórica hacia la construcción de una educación que persiguiera la construcción de los jóvenes como ciudadanos, mas no como engranajes serviles de un sistema empecinado en subvalorar la ética y el espíritu de la vocación docente. Al señor Reyes le debemos la bien acertada idea de que a los jóvenes se les prepara enfrentar el mundo haciendo acopio de un intachable comportamiento ético, por lo contrario la educación nunca fue ni debería ser un tutoríal de cómo enfrentar un mundo mezquino e imposible que persigue como principal objetivo la destrucción del “yo” por el dinero o por el éxito.
Muy probablemente Savater conocía los loables esfuerzos de Reyes y han leído gran parte de su obra lo que nos conlleva a su visión optimista de la educación, que no deja ser una verdad irrecusable, porque todo aquel que decide entregarse a tan solemne servicio debe saber que los escollos son amplios y que el optimismo es indefectible, no es extraño ni ajeno el titulo de la obra, porque de verdad se necesita optimismo y mucho valor al enfrentarse a una educación que muchas veces esta diseñada por una caterva de burócratas interesados en mantener al pueblo en una inopia absoluta. Por fortuna ese valor va generalmente acompañado de un amor depositado en los corazones de los mas pequeños, como un precedente extraordinario de este valor y amor recordamos aquella maravillosa película francesa llamada ETRE ET AVOIR de NICOLAS PHILLIBART que nos relata las vivencias reales de unos párvulos y su peculiar maestro, regio y disciplinado pero a la vez exhultante de un gran respeto, preocupación y amor hacia los alumnos, y eso es un digno ejemplo del valor de educar.
En su obra Savater identifica dos objetivos claros de la educación que pareciera ser antagonistas pero que francamente son inherente dentro de la dimensión de sus propósitos, en estos objetivos evidenciamos uno muy humanístico que propende a cultivar el espíritu y depositar los rasgos mas honorables en el ciudadano como valor, honestidad, justicia, amor, respeto etc. Por otro lado esta el desarrollo de las competencias, la instrucción de los saberes lógicos y técnicos con los que se han construido las civilizaciones, pero dicha instrucción no puede estar ausente de un andamiaje provisto de ética y moral porque no hay nada mas peligroso para la vida el conocimiento enajenado de justicia y respeto por la vida, cada vez que personas con un amplio conocimiento y una deplorable ética hicieron parte del proyecto Manhattan, y otras mas decidieron descifrar el genero humano con fines lucrativos, así la educación corre un gravísimo riesgo y los lineamientos curriculares se ven sometidos por circunstancias socio-culturales que suelen encarecer la educación, factores como la miseria la polarización del poder o los caprichos subjetivos de un mandatario, desemboquen en una evitable pauperización del aprendizaje, entonce los propósitos mas elevados de la verdadera se ven vulnerables y la educación debe mutar en una educación autómata, dirigida a producir mas obreros y menos pensadores. De igual modo considera a la familia como el principal bastión de la educación lo que en ella se brinde, garantiza un devenir infausto o provechoso para el ciudadano, porque a través del dialogo y la interacción de sus miembros, en la familia, el niño o niña forjan sus primeras experiencias como sujeto social, pero dichas experiencias podrían perfectamente, estar ausentes del calor de la compresión y el afecto de un verdadero hogar porque imaginemos a un chico al que sus necesidades básicas le son suplidas enteramente, alimento, abrigo, ropa, una confortable posición social, el respeto de sus amigos, pero inmerso de una familia despreocupada, interesada en sus afanes personales, que se deja oír pero no se deja escuchar, que deja a un lado el amor y se piensa en la educación como una manera de profesionalizar al chico, sea por distintas razones la de sostener el estatus de una familia o la de sostener a la misma familia.
Y ya que este ensayo versa precisamente en el adjetivo de su titulo “EL VALOR” debe decirse que se necesita un valor superlativo cuando hay que enfrentarse a un alumnado apático, inmerso en sus propias dificultades dentro de su núcleo familiar, cargado de dificultades a la hora de abrir un texto y como ultimo pensamiento, estudiar seriamente, de manera que un buen mentor, y solo un buen mentor, descubre esta ausencia de valores, y decide con un buen acopio de amor, valor y paciencia, conjurar estas falencias que se originan en el seno del hogar, entonces vemos cuan paradójico es encontrar quejas y reproches hacia la educación por parte de los padres, cuando sus hijos se han desviado de los buenos caminos, argumentando que todo se debe a la instrucción impartida en los centros académicos, desconociendo con o sin deliberación que los problemas de sus hijos parten de su propio hogar, de modo que tenemos ante nosotros un reto enorme para los maestros, un reto que amerita un estoicismo muy singular. Los jóvenes se ven desposeídos de modelos conductuales que les permiten encauzar sus vidas hacia objetivos nobles dichos modelos podrían ser impartidos la sociedad ¿pero que ejemplo puede dar un sociedad corrupta y degradada como la nuestra? Tenemos pues a la familia como único e imprescindible modelo a seguir.
Por un lado este primordial prerrequisito, los modelos familiares, por otro una disciplina ejemplar que coadyuve a estos modelos a mantener unos sujetos cumpliendo una función constructora en la ciudad, pero esta disciplina debe tomar una forma discreta y conciliadora que no sea confundida con el autoritarismo, porque nada peor para una sociedad que un conglomerado de individuos educados a través de dogmatismos, represión y temores a la autoridad.