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Estoy aburrido de escuchar consejos acerca de lo que debo comer y todo lo que debo dejar de hacer en materia alimentaria, dizque por salud y bienestar, porque estamos en un momento de la historia en que todo el mundo se preocupa por la salud de los demás. En periódicos, revistas, noticieros, programas especializados de radio y TV me inundan con reglas y normas de como mantenerme sano si como algunos alimentos y elimino de mi dieta otros altamente dañinos.

Según los profetas alimentarios hay muchos productos que producen cáncer, otros suben la tensión arterial, muchos engordan algunos atacan el hígado, los riñones y, hasta el cerebro. La verdad me mamé (expresión colombiana para indicar saturación de algo, no de succionar; una mujer mamona es fastidiosa, no otra cosa). Como nunca aprendí a cocinar en mi familia los que si lo hacen siguen algunas de esas normas, por fortuna no demasiadas y yo le dediqué tiempo al análisis de este tema.

En mi familia hay dos casos extremos relacionados con salud: mi abuelo Rodolfo vivió 105 años y comió de todo, fumó tabaco y bebió aguardiente, además era un carnívoro de miedo, y sólo en los últimos dos años sufrió quebrantos de salud (por supuesto que en su larga vida tuvo gripas, caídas, dolores de cabeza, etc. Pero nada grave). La otra persona es mi tía abuela Ricarcinda (algunos no me creen, pero así se llamó) que alcanzó la tierna edad de 101 años y fue todo lo contrario de mi abuelo; debo aclarar que el abuelo por parte de padre y la tía por parte de madre. Ella fue muy frugal en su alimentación, nunca fumó ni bebió ni fornicó; murió virgen; y prácticamente era vegetariana, a escondidas le daba su porción de carne a los perros de la casa.

Me molesta que me receten, así sea con buenas intenciones, las dietas de moda y adiciones nutritivas para mi bienestar. Pasé de 70 años y no he sufrido enfermedades graves; lo mismo que mi abuelo como de todo, me encanta la carne, fumé y bebí trago, pero los abandoné, eso si por salud, no porque me los prohibieran, sentí que me hacían daño y eso si lo tengo bien claro, lo que no sirve que no estorbe. He compartido espacios laborales y sociales, a lo largo de mi vida, con fastidiosos que se preocupan por mi salud y mi manera de tragar; no sé si será un consuelo, pero varios ya se han ido de este mundo… con buena salud.

No quiero ser un cadáver saludable. Como lo que me gusta y trato de no abusar de esas delicias de las panaderías y los postres, bebo mucha agua y también hace unos años abandoné las bebidas gaseosas y las cambié por jugos y frutas. Me siento bien, no sigo dietas, no le pago a Herba Light o como se llame para que me preparen unos menjurjes por los que debo pagar y asistir todos los días. Mi sugerencia para los que se quieren conservar bien es: Vivan en paz consigo mismos que lo demás llega por añadidura, como decían los abuelos.

Edgar Tarazona Angel

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