Sinceramente deplorable lo que ha sucedido con la convocatoria para el concurso del mejor escrito de 2017. Para mí, ambas versiones son tan creíbles como increíbles porque desconozco en su totalidad los hechos que las prueban, como tampoco practico ni comparto alguna de las dos actuaciones.
A decir verdad, mis conocimientos sobre informática no me alcanzan ni siquiera para maliciar en qué consiste el fraude, así como también carezco de la mezquindad necesaria para calcular la envidia en otro Ser Humano. Sí, en ambas circunstancias, se me hace de una gravedad inmedible dado que esta es una actividad obligada a dar ejemplo de coherencia y rectitud.
Desde mi punto de vista, un escritor debe tener absolutamente claro que no puede poner en juego su credibilidad ni por oro en polvo, porque en ella, en la credibilidad, consiste su autoridad moral a la hora de referirse a cualquier tema; por tanto, pensar siquiera en la posibilidad de que haya habido alguna trampa sí creo que debe ser probado contundentemente; con la mayor buena fe apelo a que esto no se quede en un pervertido rumor porque también estoy convencida de que esto nos hace daño a todos.
Si por el contrario se trata de un caso de envidia o celos profesionales me parece igual de peligroso puesto que, por una sensibilidad personal tan supremamente tiñosa, no se puede poner en tela de juicio la honorabilidad de una persona, mucho menos la decencia y honestidad de quien comparte nuestro oficio, con quién también compartimos la exigencia de valores de confiabilidad y fiabilidad. De igual manera, esta exégesis tampoco puede reducirse a un comentario mal intencionado porque está de por medio la honra de alguien exponiéndola a semejante ridículo.
En síntesis, por el bien del oficio se requiere claridad y veracidad, ya se trate de una estafa o ya sea un caso de recelo o pelusa del perdedor, cualquiera de las dos versiones debe ser lo suficientemente argumentada y dilucidada.
“LA COHERENCIA DEL ESCRITOR GENERA LA CONFIABILIDAD DEL LECTOR”.