¿Cuál es el apoyo, nuevamente, que muchos gobiernos otorgan a la cultura? Igual que con la educación, en la gran mayoría de los países: ninguno. Lo cual deja al grueso de la población en un estado de indefensión absoluto marginándola como en la Edad Media para que obtenga la cultura que pueda llegarle como de milagro. El resultado es el mismo que hubo en la época medieval, la parálisis del desarrollo.
Actualmente, los gobiernos están tan preocupados por combatir el narcotráfico, por negociar el petróleo y realizar buenos convenios de importación y exportación que han olvidado lo principal: educar y culturizar. Un ser humano que tenga bien cimentadas sus raíces, que le debe al gobierno su progreso y sus conocimientos de alta calidad, que sabe disfrutar la buena música, la pintura, los libros y cualquiera de las bellas artes amará su patria, sentirá el orgullo correr por sus venas al lado de la sangre que alimenta sus arterias. Un ciudadano que vive día a día las injusticias, que tiene un sueldo miserable, que se siente olvidado y abandonado por sus dirigentes, educará a sus hijos con la idea de que huyan del país si no es que ellos mismos terminan haciéndolo aunque les cueste la vida el intento.
Y como muestra, el recién ganador del Premio de la Paz de Seúl que se otorga a aquellos que luchan por la tolerancia más allá de razas o ideologías: el maestro José Antonio Abreu del que no me cansaré de alabar jamás por la maravillosa labor que realiza en ayuda de los niños más desfavorecidos o en situación de calle. Este hombre, uno de los mayores íconos culturales, creó y fundó en 1975 el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela que constituye una obra social consagrada al rescate pedagógico ocupacional y ético de niños y adolescentes mediante la instrucción y convivencia de la música.
Su sistema de orquestas ha visitado ya más de 23 países y ha producido verdaderas figuras de música clásica que tienen contratos de grabación con disqueras y que han tocan en el Royal Albert Hall de Londres un día y al siguiente lo hacen en el Ópera de París. Lo más sorprendente es que estos astros han salido de los barrios más pobres en los que antes de Abreu jamás se habría visto un atril en funcionamiento. Para él, la labor del sistema tiene que ver con la mentalidad: “Se considera una injusticia social que un niño pobre no pueda comer lo que come un niño rico. Pero no se considera una inmensa injusticia social que un niño pobre no tenga acceso a la educación musical que tiene plenamente un niño rico”.
La obra de Abreu cuenta para su manutención con una partida del gasto federal que se ha mantenido intacta a pesar de de las crisis económicas, los intentos de golpes de estado que ha sufrido el país y el Caracazo de 1898. Su Sistema tiene las puertas abiertas para todos, pero sobretodo a aquellos jóvenes que de una manera u otra habrían carecido de una oportunidad de tener entre las manos un instrumento costoso, una formación musical adecuada, y menos aún, de poder formar parte de una orquesta que viajará por todo el mundo. Su proyecto cuenta con una plantilla de 15,000 profesores de música que convierten en compases los 29 millones de dólares anuales que se destinan para ellos.
Lo loable de su trabajo, no está inmerso en estas cuestiones sino en la inspiración que ha generado entre los jóvenes venezolanos para los que todo gira en torno a Abreu a quien suelen llamarle Padre. Porque eso representa para ellos al darles las llaves que les permitirá pasar de la mediocridad a la excelencia, a la enseñanza de que los éxitos son posibles a costa de un gran esfuerzo y la constancia que requiere el trabajo duro. José Antonio logra así ver realizado su anhelo de salvar a los niños de las influencias negativas de la calle gracias a la oportunidad de tocar en una Orquesta en la que reciben de manera gratuita sus instrumentos y se ganan el respeto profundo de quienes los escuchan tocar. “El niño que no tiene nada, que es anónimo y pobre, cuando se encuentra con el instrumento encuentra la vida. Se entrega con pasión”.
El niño con un violín entre sus manos se siente espiritualmente rico, escucha música, lee libros, ve palabras escritas en alemán dentro de una partitura llena de notas que logra entender y comprender, siente que se le han abierto las puertas del conocimiento intelectual y ahí comienza todo. A los tres años de haber iniciado su educación ya conoce y toca a Mozart, a Haydn, Vivaldi se convierte en su compañero de desvelos, ve una ópera y la comprende, ha experimentado la emoción de una ovación de pie mientras él se inclina sobre un escenario. Gracias a esto, nunca jamás aceptará la pobreza, aspirará a salir de ella con coraje y por supuesto, terminará venciendo porque por eso, el lema de este noble proyecto es “Tocar y Luchar”.