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En Colombia, la cruenta guerra verbal por la frágil paz del papel,  no da tregua.

No duró mucho el ilusionismo de la prensa colombiana intentando vendernos el ideal de la paz mientras al país lo absorbía la delincuencia y la criminalidad en medio de la más absoluta inoperancia de la justicia; ahora el sensacionalismo mediático nos habla del regreso de una guerra que jamás se ha ido porque la retiene y se sostiene por el narcotráfico, el negocio criminal más rentable del mundo. 

Sin embargo, el anuncio de la cruenta guerra no puede ser suficiente para debilitar a la frágil paz, pues  nada de lo sucedido en la última semana se nos debe hacer extraño, ya que si hubo algo conocido fue el hecho de que no entregaron todas las armas, por tanto, era sabido que había una intención perniciosa que preveía lo que ha venido sucediendo desde la firma del desbalanceado acuerdo: que muchos de los cabecillas negociadores continuaron delinquiendo, solo que ahora amparándose bajo el paraguas de la jep, la justicia que ellos crearon para que los juzgara a ellos…

Entre más violentas sean las voces que se levantan para defender y ponderar las bondades del proceso, menos creíble resulta su argumentación, pues no hay como no ver que estos personajes estaban delinquiendo dentro de la legalidad y con el apoyo incondicional de su esquema de justicia; es iluso y pasado de romántico buscar culpables distintos a quienes decidieron continuar con su vida criminal rechazando la oportunidad que les ofrecieron el gobierno santos y el pueblo colombiano, forzado a aceptar.  No es decoroso, pelear por defender el discurso populachero y farandulero del cambio social, cuando estos personajes nos demuestran con sus hechos, que lo de ellos es el vil negocio de la criminalidad.

Tampoco es racional irse en contra del proceso por lo ya referido; hay que entender que sí hay algunos cumpliendo, aunque sea el punto de la no repetición, y por eso merecen apoyo y que se les cumpla a ellos también.

 

“NI TANTO SI, NI TANTO NO”, ambos llevados al extremo nos sacan de la realidad y oscurecen el panorama nacional generando toda serie de conflictos verbales en la sociedad, violenta y apasionada por naturaleza, por la defensa de sus ideales individuales.  Sin embargo, en ninguna de las dos banderías está el bien total o el mal total; la verdad la tenemos que ir construyendo a retazos de coherencia y prudencia, reflejo del respeto que profesamos hacia nosotros mismos, no podemos dar más…

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