Entre las razones y el misterio por las que la historia de Jesús, oriundo de un oscuro rincón del Imperio Romano llamado “Nazaret”; nacido en Belén, en un humilde pesebre entre la mula y el buey, rodeado de pastores, ángeles del cielo, la Santísima Virgen y San José; El “Hijo del Hombre “fue como uno de nosotros, que creció como nosotros. El hombre que se convirtió en verbo, que unifica a los que viven la gracia y constituye un pueblo en el Espíritu de la mano lírica de Dios; aquel, que estableció la justicia en la tierra cuando a látigo expulsó a los mercaderes del templo, la casa de su padre; curó a los enfermos, multiplicó los panes y los peces, convirtió el agua en vino, y después de morir crucificado, resucitó al tercer día entre los muertos perpetuando así su poder perene sobre la tierra. Este taumaturgo carismático, enviado del Creador, con su muerte oprobiosa y la redención nos da la vida, liberándonos de la condición original de la culpa del pecado, “siendo justificados gratuitamente por su gracia”
Van a cumplirse 2017 años, desde, que las sandalias andariegas de un hombre sabio, humilde, y bondadoso, pletórico de amor por al prójimo desvalido; con sus discípulos cruzó muchas veces seguido de multitudes, los polvorosos caminos de Galilea, Betania, Tiberiades, las orillas del Jordán, las calles milenarias de Jerusalén y otras ciudades; llevando a flor de labios la predica de sus enseñanzas de “amor y de justicia”.
Hoy, en pleno siglo XXI; la humanidad entera vive bajo el signo del temor y de la angustia que producen: las guerras, el hambre, la violencia, la discriminación, la injusticia social…; en ese cierto acoso a que la modernidad tiene sometida a la fe, la raíz de sus males está en su alejamiento de Dios, en su descristianización. La iglesia corre un doble peligro: o bien diluir su identidad confesional y su lenguaje, para adaptarse a ella, o bien reaccionar compulsivamente, a través del resentimiento y la agresividad, para defenderse de ella.
Lo difícil es mantener un talante dialógico con la cultura y la sensibilidad actuales, conservando al mismo tiempo el carácter original de lo que uno quiere ser. Hacer que «identidad» y «relevancia» avancen juntas: La intimidad con Cristo ha de ser la nota más característica y destacada de la vida del cristiano. Para lograrla hay que esforzarse esta meditación en presentar a Cristo con el atractivo fascinador e irresistible que le es propio… he ahí el reto que el tiempo presente lanza a la teología.
Hay que disipar la niebla que separa a Cristo de nosotros y la cubre de tal manera que le deja borroso y lejano, y hace que parezca imposible que el hombre pueda acercarse confiadamente a Él. Hay que presentar un Cristo real, viviente, personal y, sobre todo, actual; no un Cristo frio y tan “deshumanizado” de lejanos recuerdos históricos, que a nadie puede mover y entusiasmar y que no es susceptible de despertar en el ánimo una entrega total, apasionada y heroica. Sin despojarlo en manera segura de divinidad, hay que “humanizarlo”.
“Viernes negro” preludio de un diciembre alegre, lleno de armonía; día en el que se inaugura la temporada de las compras navideñas y en el que la mayoría de las tiendas y comercios ofrecerán grandes descuentos y promociones a sus clientes… diciembre, mes de reconciliación ciudadana para limar asperezas y cumplir con las metas…, época de jolgorio, viajes, despedidas, regalos y parabienes en la noche fraternal de navidad y a la bajada del año que termina el ciclo temporal anual entre pitos y matracas, entre música y sorpresas…, justo a las doce de la noche del actual calendario gregoriano instaurado desde 1582, nuevamente ponemos el contador a cero para iniciarnos reanimados el año que viene, del 2018.
La Iglesia comienza el año litúrgico, con un tiempo que llamamos Adviento “tiempo de espera”. Encender, semana tras semana, los cuatro cirios debe ser un reflejo de nuestra gradual preparación para recibir al Señor Jesús en la Navidad. Las luces de las velas nos recuerdan que Él es la Luz del mundo que ha venido a disipar las tinieblas. El color verde simboliza la vida y la esperanza que Él nos ha venido a traer. En este tiempo nos preparamos para celebrar la Navidad, en compañía de María. El adviento es un tiempo para tomar conciencia de lo que significa para nosotros el nacimiento de Jesús y de prepararnos espiritualmente para ello.
El término “Adviento” viene del latín adventus, que significa venida, llegada. Dura las cuatro semanas anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía. Este año 2017 empieza el domingo 3 de diciembre y termina el domingo 24 de diciembre.
Feliz navidad y próspero año nuevo…para todos, mis queridos lectores.