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Pero tú sigues ahí,
Pendiente de mis altibajos.
Me das la mano sin pensar,
Y me arrastras sin atajos.

Por un camino de espinas.
De piedras, ramas y agujas.
Me arrastras casi sin descanso.
Y si no quiero me estrujas.

Más, ¿cuánto he de recorrer?
Mi cuerpo se ha endurecido.
Mi alma ha perdido su color.
La fuerza ha desaparecido.

Y sigo sin ver la solución,
La única y la verdadera.
La que indica el corazón.
El comienzo de mi era.

Lunes, 28 de junio de 2004
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