¡Silencio!… amargo silencio,
eres la trampa de mí expresar
callas mi voz y laceras mi alma
porque así lo decido sobre mi pesar!
¡Silencio verdugo!
te conviertes en mi aliado
y mi voz se calla, ¡sin poderlo evitar!
¡Silencio!, amargo silencio
¡cruel, brutal y desalmado!
no sé si adorarte u odiarte
¡por ser cómplice de mí enfado!
Pero ¡ya no deseo hablar!
la promesa se convierte en realidad
y tú amargo y cómplice silencio
por favor, ¡no me vayas a abandonar.
Calla mis palabras
¡que no se deben escuchar!
mis reproches que deben morir
y las promesas que debo cumplir.
¡Silencio!, cuando hundida en ti esté;
el cansancio de tu esencia
haga presa de mi ausencia
¡y languidezca mi ser!…
Y así, ¡hundida en ti silencio!
muriendo… poco a poco…
perdida en tu abismo encuentre la calma,
que tanto le hace falta al alma,
estando perdida, ¡en la apatía de mi mudez!
Ana María Moreno Pérez