Al frente de mi casa, frente a mi portón.
Una pandilla con otra se ha agarrado,
La policía los observa desde lejos,
No se atreven a intervenir.
Son las doce de la noche,
La luna la escena iluminando está.
Brillan los cuchillos y cadenas,
Las manoplas y palos vuelan de aquí allá.
Un rumor sordo se escucha,
Sobre las groserías que se gritan.
Sobre el clamor de los heridos,
Y son golpes carnosos, golpes secos.
Su explosión penetra la oscuridad.
Atraviesa al tumulto,
Y un pandillero muerto al suelo va a dar.
De inmediato
La pelea se suspende.
Los unos y los otros,
Mirando el cadáver con estupidez están.
Y a diez pasos del cuerpo exánime,
Un joven de veinte años,
En sus manos asesinas,
El arma sosteniendo está.
Todavía con el brazo extendido,
Apuntando al cuerpo que en el suelo está.
Sin ver que la pelea se ha detenido,
Sin saber que la policía a él corriendo está.
Porqué después del odio que sentía,
Ahora el vacío lo llena a rebozar.
Nada ve ni nada siente,
Tan sólo lo llena el cuerpo del hombre
Que muerto por su mano está.