Hoy me veo en el dilema de no saber qué estrella bajarte. Podría tomar el sol por su cabellera y ponerlo a tus pies. O así mismo con la estrella polar Norte o el botoncito del medio del cinturón de Orión.
Tal vez debería subir a mi tejado y tratar de atrapar con mis manos alguna constelación. No lo sé. Hace horas estoy tumbado en mi jardín en vista de una.
Pensé en entregarte la luna pero si lo hago no habrá nadie que ilumine mis noches cuando tú no estés. Cuando estemos lejos, separados por mares y montañas; por abismos y sueños.
Creo que lo mejor sería ir a buscarte. Que caminemos juntos de la mano o abrazados, caminando despacio por el viejo caminito de piedra que yace junto al lago. Que nos recostemos juntos en el pasto, y contemos una por una cada lucecita que veamos por encima de nosotros.
Una vez recostados, cerremos los ojos lentamente y dejémonos llevar por la brisa. Si todo sale bien volveremos mañana y sino quedaremos estampados en el cielo. De esta manera nos ahorraremos la búsqueda.
No pude decidirme por una, así que mejor te regalo el cielo.
6/9/20