Si de vez en cuando el sueño
vuelve enorme lo pequeño
y mi mundo tan preciso de revés,
las tristezas desvanece
si ese sol que sólo crece
me deslumbra sin piedad de cuando en vez.
Si parece que hasta hubiera
renacido con su espera
y tal vez enternecido en la embriaguez
de esa pausa tan inquieta,
la dulzura de mi nieta,
que ilumina mi jardín de cuando en vez.
Y me roba mis miradas,
y mi vida postergada,
y mis páginas en blanco y mi ajedrez.
Y el futuro necesita
sus manitos chiquititas
para ser tibieza y luz de cuando en vez.
Sus ojitos, paz y prisa,
sus mohines, su sonrisa,
esas alas que dan vuelo a mi vejez
tocarán al fin el cielo
cuando me llamen abuelo
vez primera y quizás de cuando en vez.