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¡Primera llamada! Esta es la primera llamada.
Termino de cubrir mi cara con maquillaje
el reflejo del espejo me revela resignada
tú serás el rey, y yo...tan solo un paje.

¡Segunda llamada! Esta es la segunda llamada.
Repaso mis líneas por última vez
seré tu amiga mientras mi corazón arde con tu mirada
alimentando mi alma de fantasías e ilusiones vanas.

¡Tercera llamada! Esta es la tercera llamada.
La música nos indica que debemos entrar.
Tú, en el escenario, aguardas mi llegada,
te observo mientras ordeno a mi cuerpo no temblar.
Hacia ti voy completamente ilusionada.

¡Comenzamos!

Se levanta el telón. El silencio invade el lugar.
Mientras apoyas en mi espalda tu mano con cálida osadía
advierto una leve luz en tus ojos. Me empiezas a castigar.
Esbozo una sonrisa fingiendo alegría.

Me hablas de la amistad
de lo mucho que en mí te has puesto a pensar
y de que existe una verdad
que no puedes revelar.

Mil fantasías cruzan por mi mente.
En mi pecho, galopantes, los latidos del corazón
celebrando que no soy más un anónimo ente,
que al fin he penetrado hasta tu razón.

Mientras jugueteas, me abrazas,
te acercas y te ríes.
Con tu deliciosa ternura me destrozas,
algo dentro de mi taladra insistente: ¡Cuidado! No confíes.

Más, no hago caso a la advertencia
siento por tí un amor que me lleva a la locura,
me dejo guiar con imprudencia.
Sigo tus huellas con este deseo que me tortura.

El público está tenso,
ellos saben tu verdad.
Pero yo...yo ni siquiera  pienso
en lo que pueda ya pasar.

El primer acto finaliza,
dos lágrimas caen de mis ojos.
Esa actuación me martiriza,
asesina mis sueños locos.

Nuevamente las llamadas
la obra continua.
Otra  vez palabras quedas
y tu lejanía se acentúa.

Al no poder soportar por más tiempo
te imploro que me digas tu verdad.
Con ello, mi corazón rompo
porque solo tengo tu amistad.

Comienzas a hablarme de ella,
la que alimenta tu pasión.
Esa, que es tan bella
y que tiene toda tu admiración.

El público llora tan genuinamente como yo
porque mi pena es muy grande,
y esto, sépanlo todos...
no es tan solo actuación.

Tú, sin darte cuenta, sigues describiéndola a ella.
Yo, con la mirada baja, trato de hablar sin poder.
Sí, esta es una historia más de la princesa bella
que desplazó a la paje imperfecta, pero de gran corazón.

Ahora, agradeces mi apoyo certero
me aseguras que es enorme tu felicidad,
deseas que pronto venga a mi un amor sincero,
que nuestra amistad continúe siempre con la misma hermandad.

Después te marchas. Al quedarme sola lloro...
lloro por mis ilusiones rotas,
por este corazón de oro
que no me permite ser más que una amiga tonta.

Todo terminó con un beso,
un abrazo cordial y amistoso.
Un te quiero ahogado, agonizando solo,
un amor frustrado y viejo.

El paje, personaje y actriz en escena,
se levantan lentamente.
Agradecen con gran pena
los aplausos y el ambiente.

La tragedia ha gustado,
el aplauso se empieza a prolongar.
Aquellas lágrimas que he derramado
me impiden murmurar:
"El espectáculo debe continuar".

Elena Ortiz Muñiz

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