(Dedicado con respeto y admiración a José Emilio Pacheco)
Me perturba sin piedad la belleza de tus letras
Querido José Emilio el poeta más humano
Aquel que le canta a los elementos de la noche
Y asegura que el aire puede romper palabras
Aunque de cierto sabemos
Jamás las que escribes tú
Esas no pueden quebrarse
Han sido creadas para ser el fuego
De una inmensa y poderosa flama
Hoguera, que adviertes, no reposa
Mas en tu pluma se enciende para ser eterna.
Eres y no eres José Emilio
Eres el hombre de letras que nos ha llenado de gloria
De pasos firmes y contentos
Tan modesto como erudito
En cuya sapiencia inmensa de su mar de ideas
Navegan humanos conmovidos
No eres un hombre en busca de gloria vana
No persigues las riquezas, fama o fortuna
Solo quieres vivir, sumergirte en tus letras
Ser por y para ellas
De ellas vienes
Y con ellas no te irás
Pues el poeta nunca muere, José Emilio
Vive siempre, eternamente
A través de sus palabras
Con ese movimiento continuo
Que con bravura has defendido
Te preguntas ¿Cómo pasa el tiempo?
Sabes que es un viajero incansable
No conoce esperas ni remansos
Se lleva vidas y deja voluntades
Aunque tus versos afirmen que se perderán tus huellas
No es posible que tal cosa suceda
Podrá fallecer tu cuerpo vencido por los años
Pero tus letras jamás callarán
Pues eres ante todo Poeta
Y el poeta nunca muere, José Emilio
No te perteneces
Aunque el invierno te haya sorprendido
Nunca dejarás de recorrer el camino que has sembrado
Eternidad es permanencia
La inmortalidad un privilegio de grandeza
Y grandeza es sensibilidad, benevolencia, paz
¡El poema es hoguera Emilio!
Pero de llamas perpetuas e inextinguibles
Inagotables y definitivas
Perennes y furiosas
Insistes en ser polvo pasajero
Cuando eres canto angular en la poesía.
Una piedra labrada con reflexión, crítica e ironía
Con ganas de vida y hambre de olvido
Transformas las grafías en nuevas y frescas auroras
En islas a la deriva ansiosas de ser conquistadas
El poeta nunca muere José Emilio
Pero yo no soy poeta
Por eso, cuando fallezca
Me haré acompañar de tus letras.
Elena Ortiz Muñiz