Acurrucado, cubriendo su rostro,
inundado en llanto,
besa los harapos de sus hijos.
Los aldeanos son redes
de dolor, rencor, heridas
y un presente lleno de ausencias,
miedo y resignación.
En la aldea se abraza,
se calla, se golpea y se
hace el amor; las aldeanas
pujan, muerden un trapo y dan a luz,
para iluminarla oscuridad
que expropia la vida.
En la aldea huele a vida,
aunque cada noche,
alguien, llora muertes
y enumera despedidas.
Namid A
(Junio 28 de 2.009)