“Faltando Cinco para las Siete”
Con la costumbre de despertar faltando cinco para las siete
Con la habitualidad de consolar mañanas sin que me queje
Pienso partir al mismo sitio, pero esta vez no soñaré con dudar
Es lo mismo que todo esto,
Donde los mares pueden hasta volar
Entre horas y recuerdos que, dentro del reloj
Uno por uno debes colocar
Para que no aplaudan más al silencio, que en ese lugar es un universo,
Haz de cuenta el ruido de la ciudad pero ningún ruido estás oyendo.
Pierdo acordes de bajos que sonaban las nueve de la mañana,
Barro por los corredores de mis entrañas, hojas hirientes del vacío
Donde me habían empujado hacia atrás con espinas de nostalgia
Donde lloré feliz frente a la música de los sonoros instintos;
Y temí recordar las calles profundas del adiós y Mariana
Y miré horizontes fabricados de soles en su propio olvido
Para improvisar la vida y su sentido, mientras los faroles
Aun iluminaban.
Estoy en el autobús y desde mi ventanilla invito a pasar a la tristeza
Para que me acompañe en este viaje de dosis y promesas
Vamos, que la condena de mi rutina se esconde detrás de mi puerta
Y en menos de lo que piensas, seremos la soledad de un apartado planeta
Donde matan por media sonrisa, si tienes suerte y la encuentras;
Seremos besos líquidos atrapados a nivel estratósfera
El frío te congela y te quema, está desnuda su esencia;
Entonces la vida se vuelve un examen sin respuestas,
Se vuelve el residuo de una sola lucha y demasiadas penas
La noche y la muerte son compañeras, pero no tienen ni idea
Que mi corazón es lo inefable para ellas,
Traslúcido y permeable.
En donde nunca hubo nada siento que me rozan espinas
Que ante mis ojos son invisibles, aunque mi piel muestre las heridas;
No sé qué debí tener ahí para que al pasar no fuera una tortura
No sé qué debí tener allí para que mi sangre no fuera lluvia,
Quizá algo que debí sentir, soplando desde mi alma la bruma,
Quizás sea trampa de algún enemigo, que siempre mantuve escondido
Y que para los demás su forma se conoce como vacío.
Con la costumbre de ver mi reflejo en el televisor
Le digo a la tristeza quédate y dime qué te pareció
No era nada del otro mundo, andamos al filo de la imaginación,
Fueron ideas a las que le pasaron los años y nadie las soplo;
Mañana faltando cinco para las siete despertaré y este día muere,
Volveré a pasar por el centro de la ciudad y solo diré “siempre”.