De bronce pulido
saludaba en la torreta
la campana de la iglesia
en la plaza de mi tierra.
Centinela impoluto
nos pedía asistencia
a los infantes de escuela
obligada comparecencia.
Cantaba y cantaba
alertando de la vida
en repiques que jugaban
o solemnes despedidas.
De contar sus talanes
sabíamos la noticia
que contaban las abuelas
entre susurros y comidillas.
Pueblo pobre y polvoriento
entre cerros escondido
un talán que lleva el viento
la guía del desconocido.
De talanes se pintaba
la rutina cotidiana
la campana era tirana
de noche, tarde y mañana.
El curita de la iglesia
en la puerta nos llamaba
a cumplir obligaciones
de hacer cantar la campana.
Campana que acompañaba
casorios, naceres y morires
de la gente que habitaba
ese pueblo de gentes humildes.
La campana me dijo hola
a mi llegada a este mundo
espero que me despida
cuando llegue mi turno.
Campana de pueblo en torreta
de generaciones sencillas
talán, talán y la iglesia
que marca mi propia vida.
FIN