donde la hidra de siete cabezas
escupe vuestros odios y mentiras,
y la razón de tu existencia,
navega en barcos vikingos
que hacen agua, hundiéndose
en un ramo de miserias floreadas,
mientras los niños cantores de Viena,
entonaban alabanzas a la guerra.
Bajé a los infiernos infinitos,
para jugar al rugby con los yupies,
y me deslizaba entre lava derretida,
con surfistas sin brazos ni cabeza,
y en la orilla de cristal
quise abrir las tras ventanas,
con las tres llaves,
para escapar de mi cuerpo aún dormido.