Como todo, hay un inicio y un fin. Existe esa línea recta entre nosotros y los objetos cuando se trata de sopesarlas en el tiempo. Pero todo tiene su explicación. Nuestras vidas se han visto invadidas por ese gran fenómeno llamado tecnología avanzada exponencial que perdurará por siempre. En esta ocasión seguramente la ciencia y la tecnología cada vez más complejas de investigaciones que requieren de equipos multidisciplinares, con especialistas de todos los campos implicados llego para facilitarnos la vida y llevarse algunas cosas viejas que nos ocupaban de cierto tiempo hasta hoy, dándonos la oportunidad de poder evolucionar con la sociedad.
Yo creo que ni todo lo moderno es nuevo ni todo lo viejo es malo. Pero, antes de olvidar el origen de las cosas, donde quiera que miremos, nuestro dominio de la ciencia y la tecnología crece a pasos agigantados y cada día que pasa llevamos los límites de lo posible un poco más allá. La velocidad del cambio es impresionante y se encuentra en continua aceleración. Tanto que a veces da miedo, el gran impacto que produce en nuestras vidas los avances en campos como la electrónica, astrofísica, bioingeniería, medicina. Algunos de estos avances nos exigirán un cambio de mentalidad importante. Todos debemos evolucionar: tanto los investigadores como la sociedad en su conjunto.Gracias a las nuevas comunicaciones utilizando adecuadamente todas las posibilidades que ofrecen los medios y las redes sociales; especialistas de diferentes campos y distintos continentes, pueden colaborar al ritmo de la vida actual en el desarrollo de un mismo proyecto, que generan un movimiento de adhesión global inmediata que genera impactos exponenciales que cambien el mundo.
Puedo decir que extrañoel ruidoso tecleo de este invento de la época Victoriana que se manifestó con toda su fuerza en el siglo XIX; por decir una fecha exacta el año 1873, cuando la empresa E. Rémington and sons de Nueva York la comercializó oficialmente. La invención de la máquina de escribir permitió suplantar a los lentos copistas y escribientes, que realizaron por mucho tiempo en forma manuscrita cierta correspondencia en cadena de manera lenta y tediosa.
Ese artilugio de arquitectura complicada es, de las cosas que no respiran, pero que con surepiqueteo, tac, tac, tac... mecánico, electromecánico o electrónico, fue un instrumento de trabajo que vivió perpetrado en las oficinas y salas de redacción por muchos años al unísono de maquinazos por escribanos, reporteros, secretarias, escritores excitados y ambiciosos, o bien rutinarios, presionados, resignados, o aburridos hasta los años 80 del siglo pasado.
Aunque parezca raro, En el apogeo del siglo XX la máquina de escribir sirvió de inspiración al genial músico Leroy Anderson, quién en 1951 escribió el tema instrumentado “La máquina de escribir”. Fue durante años sintonía de muchos programas de radio y televisión. En la melodía, el ritmo principal lo lleva las teclas que luego empata su tac, tac, tac…a las notas musicales con el sonido de la campanilla del salto del carro, siendo en fin de cuentas la protagonista de la partitura instrumentada que marca el margen y el compás musical.
La máquina por los tiempos que quedaron atrás, ha sido testigo mudo de alegrías y penas, nacimientos, despedidas, felicitaciones y lamentos de tortura. Muchas veces nos acompañó como una visera adicional al cuerpo. Incluso hoy en día, cuando la máquina de escribir parece haber perdido la batalla frente al todopoderoso ordenador, hay escritores como Don DeLillo que confiesan necesitar todavía las viejas máquinas de escribir: viajando en un automotor o dentro de la panza de un avión; en una mesa del corredor cerca de la cocina o en un escritorio «Necesito el ruido de las teclas de la máquina de escribir manual. La materialidad de un tecleo tiene un peso, es como si usara martillos para esculpir las páginas. Es como si labrara el mármol, solo que mis trabajos son bidimensionales: me gusta ver las palabras y las frases cuando van tomando forma».
Puede que sean una minoría, pero los fanáticos de la máquina de escribir continúan siendo un grupo vociferante.
"Hay algo especial acerca de las máquinas de escribir. Están conectadas al idioma y conectan las vidas de las personas de una manera bastante romántica. Todos los escritores fantasean con el estilo de Agatha Christie y les piden a sus máquinas que los ayuden a escribir novelas maravillosas".
"La gente aún usa máquinas de escribir porque funcionan. Ofrecen una alternativa libre de las distracciones de los métodos modernos durante la producción de un documento. Desafían al usuario a ser más eficiente y a ver sus errores sobre el papel".
Las máquinas pueden haber desaparecido de nuestras vidas pero aún perviven, en algunos órganos estatales que no pueden hacer copias digitales de ciertos documentos altamente secretos, por lo que recurren a este artefacto.
Me dejo llevar por las emociones y aun siento nostalgia del sonido y las operciones: meter el papel, darle vuelta a la perilla que hacia que emergiera la hoja blanca frente al carrete, sujetarla con una varilla que era regla y pulsar teclas con las dos manos como frente al piano, hasta llegar al final de la oración, dar a la manivela y salta el renglón. Una partitura sonora acompañada de texto con los arquetipos de la nostalgia son los siguientes versos que transcribo con tanto gusto.
Me da nostalgia recordar aquellos momentos
de inspiración profunda; con una prístina hoja
de papel colocada en su rodillo, mis pensamientos
comenzaban a verter el nacimiento de una historia.
Tac, tac, tac, tac…era el himno de sus artilugios sincronizados,
en el universo provecto de sus níveas teclas percutidas
por mis dedos al unísono. La adversa inspiración traída;
zurcía cada ristra de palabras cándidas al verso almibarado.
¿Cómo olvidar que fuiste mí amiga, mi amante, mi confidente?
Que después de tantos intentos, festejábamos la elocuente
culminación del milagro entre líneas, escrito en el papel.
“Los ordenadores” invadieron tu soberanía dejándote rezagada en el pasado,
donde pernoctas en el exilio, cual trofeo de hojalata en un rinconcito olvidado.
Expósita en tu encierro, ahora esperas resignada tu deceso pendida a la pared.