Este poema en particular, merece una introducción: lo escribí en un momento de mi vida, en el que mi situación espiritual, familiar y económica no era de las mejores. Fue un momento de impotencia, de rabia y dolor que me impulsó a escribirlo. Hoy comprendo que muchas de las interrogantes que planteo en él son absurdas. También he encontrado muchas respuestas en los años que transcurrieron. Como una forma de expiación, escribí un poema en respuesta a este, se llama "Él" y fue incluido en una antología en Argentina. Pero quiero compartrir este poema, para que cada uno saque su propia conclusión.
Hay un dolor que llevo dentro
Y no lo puedo expresar.
Porque del todo no lo entiendo,
Tan sólo siento reventar.
Mi alma, herida en el centro,
Se contorsiona de dolor.
Cuando se pierde la esperanza,
Y la confianza superior.
Cuando la vida te golpea,
Sin corazón y sin piedad.
La muerte contigo se entretiene,
Jugando por la eternidad.
Y de los golpes de la vida,
No hay manera de salvarse.
Tan sólo queda aguantar,
Así el alma se desangre.
Pero si ella te golpea,
Y no te deja levantar,
Y Dios no te extiende la mano,
El diablo se ríe de tu pesar.
Y el dolor sigue creciendo,
Se hincha inmenso, hasta explotar,
En una nube de bajezas,
Que nadie puede esperar.
La fe se muere arraigada
Y contraída en la mente,
Aquella esperanza endeble,
Esperando que todo se solvente.
Mas la luz no ilumina
Y en la oscuridad tienes que andar.
Y como un ciego en la calle,
Sin lazarillo tener que avanzar.
No sé cuando ocurre esto,
Pero es ilógico pensar,
Que cuando ella te golpea,
Nadie te quiera ayudar.
Y Dios, que está allá arriba,
No se molesta en bajar.
El diablo ríe por lo bajo,
Desde lo bajo de su estar.
Y cuando uno se pregunta,
Quién me puede ayudar,
Silencio es la única respuesta,
El cuál te puede condenar.
Y releyendo Escrituras,
Cuando Job se vio en esta situación,
Clamó a Dios buscando ayuda,
Y se ganó un regañón.
Porque... ¿quién es uno en esta vida,
Para dudar del Creador?
Dudar del dador de vida,
Y de la muerte el dador.
Del que controla todo, todo.
A quien hemos de temer.
Pensando que algún día,
El mal Él venga a vencer.
Pero de esa esperanza,
Tan sólo queda el sinsabor.
Como político del Cielo,
Muy vaga es la solución.
Es un sofisma de los Cielos,
Donde nos condenan por doquier.
La democrática lucha de poderes,
Donde nosotros hemos de perecer.
Y en la vida de la lucha...
Luchando por sobrevivir...
El deshonesto sobrevive...
El bueno está destinado a morir.
Y Dios nos mira, impasible.
Mucho por nosotros ha realizado.
Mandó Su Hijo al Calvario,
Y así del mal nos ha salvado.
Pues bien, si miras hacia abajo,
Verás la Tierra destruida.
Por la codicia y avaricia,
Peor que la de aquellos días.
E ignorar a los que claman,
No ayudar en su pesar,
Destruye toda esperanza,
De aquellos que en Ti confiando están.
Pero no importa, no importa.
Soportaremos como Job.
Al fin y al cabo es un juego,
En el que el diablo Te retó.
Porque el Libro no menciona,
Ni la pena, ni el dolor.
Cuando mataste a sus hijos,
Quitando todo lo que él logró.
Y sí, es cierto. Al final,
Cuando estaba destrozado,
Tú Te dignaste a ayudar,
Restituyendo lo quitado.
Pero es que dentro del proceso,
Murieron sus hijos, su mujer,
¿Qué responsabilidad tenían ellos,
en una apuesta entre el mal y el bien?
Y el dolor no diminuye,
Tú Te limitas a oír.
Y la cabeza no se ilumina,
Se van las ganas de vivir.
Y el silencio continúa.
La lucha sigue sin cesar.
Y como en cualquier batalla,
Entre civiles es la mortandad.
¿Por qué no coges a tus tropas?
Las celestiales... Lo que son...
Y te enfrentas al demonio,
Y nos ahorras el dolor.
¿Por qué durante tantos siglos,
Tú no Te enfrentas a él?
Dejando que nos pase esto,
¿Acaso así eres de cruel?
¿Acaso no es verdad lo que dijo Tu Hijo?
Que de Ti emana la bondad.
Que Tú nos amas como un Padre...
Pues por ayuda Tus hijos clamando están.
O, ¿es que somos selectivos?
Aquellos sí, aquellos no.
Aquellos van al matadero,
¿En pos de qué? ¡No hay razón!
El mundo gira, gira, gira.
El Cielo es su combustión.
Pero el Infierno es la vida,
Y Dios se calla sin razón.
La guerra nunca ha parado,
Desde antes de la Creación.
Tan sólo somos el ganado,
Para la guerra munición.
Sacrificaste a Tu Hijo,
Pensando que era solución,
Pero al mal le importa un bledo,
Su sacrificio, Su dolor.
Y ahora, Tú, adolorido,
Culpas de eso a la humanidad.
Pero el diablo es quien nos habla al oído,
Aprovechando que Tú callado estás.
Y, en resumidas cuentas,
Cuando Te estalle la razón,
Harás que el hombre pague por el diablo,
Y nos darás el Armagedón.
Y la tristeza me invade,
El corazón se me desgarra.
Y dentro de esta injusticia,
Desesperada está mi alma.
Pero, no importa. Desde luego,
Tú siempre Tienes la razón.
Así Estés equivocado,
Siempre Darás justificación.
No comprendemos lo divino,
El mal nos nubla la razón.
Pero por eso él la nubla,
Al no dar Tú la solución.
Y cuando a Ti se Te acude,
Tú callas, callas al dolor.
Y no alimentas la esperanza.
Esa es nuestra maldición.
Yo... Inocente que pensaba...
Que el diablo me nubla la razón...
Pero por más que he clamado,
No he logrado llamar Tu atención.
Cuando la fe desaparece,
No es culpa del hombre eso.
Es por falta de respuesta,
Cuando se achicharra el seso.
Cuando no sabes qué hacer,
Por más que buscas soluciones,
Y acudes tú a Él,
Pensando que va a oír razones.
Pero el Señor calla, y no sé,
Si con motivo, sin motivo.
Tan sólo queda el diablo y él,
Tan sólo se burla de lo divino.
Así que, Dios. Si estás ahí,
Si crees en mí y mi esperanza,
Responde estos versos, por favor.
Porque se me desgarra el alma.
Pero responde de verdad.
No con señales, ni en sueños...
Responde como a Josué,
Como a Jacob y todos ellos.
Pero, por alguna razón,
Tú sólo a ellos les hablaste,
Como si para una conversación,
Tan sólo a pocos seleccionaste.
Ahora dime, oh Señor.
¿Por qué esa deferencia?
¿Acaso no somos todos del montón,
Tus hijos que no tienen escogencia?
Algunos sí, algunos no...
¿En dónde queda la justicia?
¿En dónde está Tu corazón?
¿En dónde queda Tu clemencia?
Tal vez Luzbel tuvo razón,
Cuando se reveló a Tu dictado.
Yo no entiendo que el amor,
Nos ha de ser dosificado.
Mi ángel grita: ¡No es así!
Que soy un mísero sacrílego.
Pero no obtengo respuesta de Ti,
Tan sólo veo el castigo.
Según la Iglesia, eso es,
Por culpa de Adán y Eva.
¿Y hace cuanto eso fue,
que todavía Te dura la pena?
Nosotros sí hemos de perdonar,
Y colocar la otra mejilla.
Pero Tú, en Tu Divinidad,
Rencor nos guardas por una manzanilla.
Entonces, ¿en dónde queda la verdad?
Aquella que nos inculcó Tu Hijo?
Aquella que reza que Tú nos amarás,
Y que Tu amor será divino.
Y que el perdón está a la mano,
Aquella que desde el Cielo nos tiendes.
Pero eso sí, por culpa de Adán,
Todos iremos al infierno.
Que el Pecado Original...
¡Original la palabrita!
Tan sólo nos puede quitar,
La purificación del agua bendita.
Pero, ¿y el perdón?
Aquel que nos han enseñado.
¿Y qué pasó con el amor?
¿O es terror al condenado?
Y... ¿sabes? Para escribir,
Todas las líneas anteriores,
Me tiembla la mano al trazar,
Y se desbordan emociones.
El miedo, es la sensación,
Que prima entre todas ellas.
Porque le reclamo al Señor,
Quién de mi vida es el dueño.
Y aquí es donde surge la cuestión:
Si Eres amor, ¿por qué el miedo?
Y he aquí la solución:
Porque Tu amor tan sólo es juego.
Tú no respondes al clamor,
Y Tú ignoras oraciones.
Cuando buscamos Tu amor,
Cierras las puertas de los corazones.
Ya ves, Señor, que es mi pena,
Y mi dolor y mi pasión,
Que buscan tan sólo una respuesta,
Y el silencio no es la solución.
Y ni los ángeles, ni los santos,
Ni los arcángeles, ni Tú, Señor,
Se dignan hablar al condenado.
Entonces, ¿dónde queda Tu amor?
Pero no importa, y no aplica,
Por más que escriba mi dolor,
No obtendré respuesta Tuya,
Callado Estás y sin razón.
Yo dejo aquí estás palabras,
Por más que trato de escribir,
Callado estás, y Tu silencio,
Es la oscuridad en mi porvenir.
Miércoles, 27 de abril de 2005