Te extraño, pero no te busco,
porque volver sería perderme.
Mi dignidad pesa más que la nostalgia,
más que el eco de lo que fuimos.
Tal vez no eras más que una costumbre,
una noche envuelta en cafeína y desvelo,
un hábito disfrazado de amor,
una historia sin nombre ni destino.
Lo intenté, y en mi intento me encontré,
descubrí que a veces el adiós
es la forma más digna de amar,
aunque duela, aunque queme.
No sé qué fuiste,
tal vez un sueño que el alba deshizo,
tal vez un verso sin final.
Pero sé lo que soy ahora:
alguien que camina sin mirar atrás.