Cada madrugada es un pensamiento, pienso, mientras estoy acostado. Miro mi mano, y es igual al día anterior. La cobija azul aún me cubre, su textura suave me reconforta, pienso, eso me gusta. Es fin de semana y debo trabajar, lo sé, pienso, sintiendo una leve pesadez en mi pecho. Lejanas canciones se escuchan a lo lejos, llenando el aire con sus notas melancólicas; ellos disfrutan, pienso, e igual tienen sus dilemas, sus cucarachas en la cabeza, como yo, pienso.
Ríen, bailan, y es un vano exorcismo al final, sí, pienso. Aunque sería mejor no pensar, es desgastante, pienso, y limita la libertad, o la invención de esta, pienso. ¿Hay libertad? Me pregunto, o es solo una imagen de una mujer de ojos cubiertos y balanzas en ambas manos? Pienso.
Llueve, hace frío, y aún hay “tiempo". El sonido de las gotas contra la ventana acompaña mis pensamientos. Nadie se da cuenta que es una riqueza invaluable, “el tiempo", sí, o muy pocos. ¡Se va tan rápido! Que no lo vemos, y cosas quedan inconclusas, y otras no, no lo sé, pienso, y la manera, quién sabe, pienso.
Me siento en la cama, todo es silencio, excepto por la lluvia. Pienso y agradezco orando, sintiendo una conexión más allá de lo tangible. Es una forma de pedir protección, pienso. ¿A quién? A Dios, pienso. Eso es “fe", creer sin ver, pienso. Me envuelve una paz ligera, y cierro los ojos, permitiéndome un respiro en la quietud de la madrugada.