I. El Encuentro
No todos conocen el infierno.
Yo sí.
Estaba en esos ojos felinos
que atraparon mi atención.
Después lo descubrí:
no era una mujer,
era una entidad.
Oscura.
Fría.
Fingía con su voz,
con su cuerpo obeso,
con sus movimientos pausados.
Todo fluyó deprisa,
como un embrujo.
Dicen que las sirenas encantan
a los pescadores en la madrugada.
Yo estaba encantado…
por una flauta muda.
Palabras disfrazadas,
sonidos suaves,
una red de naylon
me alejaba de la realidad.
II. El Encantamiento
Atenciones.
Regalos.
Sonrisas.
Todo parecía real.
Pero no lo era.
Todo era un velo,
una ilusión táctil
hecha de caricias y mentiras.
Juegos mentales,
pequeñas dosis de incertidumbre.
Atención, rechazo,
refuerzo intermitente.
Silencios prolongados
como cuchillos en la oscuridad.
Manipulación total y despiadada.
Solo una mente fuerte
puede escapar de esta cárcel.
III. El Teatro
Un café.
Unas galletas.
Y la luna,
radiante,
observando el show nocturno.
Todo parecía estar bien.
¡Pero nada estaba bien!
Era un teatro montado,
lleno de actores,
y yo,
un principiante
ajeno al guión.
Pero mi mente estaba despierta.
Perspicaz.
Atenta a cada palabra,
como en cada jugada de ajedrez.
La noche se vaciaba en amores.
Sentía en mi pecho
dos corazones:
el que amaba
y el que sospechaba.
IV. La Revelación
Yo estaba atrapado.
Iba a ser devorado.
Y no importaba.
O eso pensaba.
Era una situación no recíproca.
Y mi mente,
como un archivador de oficina,
clasificaba cada gesto,
cada duda,
cada contradicción.
¿Por qué no sentía una relación real?
¿Por qué dolía amar así?
Detecté la estrategia.
Detecté el juego.
Manipulación para moverme
como una ficha sin alma.
Y eso…
eso es inaceptable.
V. La Libertad
Puedo amar,
pero me amo más a mí.
Nadie —ni la mujer más hermosa—
es más importan
te que yo.
Y me fui.
Me fui con dignidad.
Hay batallas
que se ganan al abandonarlas.
Y esta…
fue una de ellas.




