Las hojas del naranjo
danzan en la noche,
con la suave, frágil,
música del viento;
y el ritmo susurrante
de mi anhelo,
se pierde sobre los minutos
que tu boca se rinde,
ante el contacto de mis labios
con tu aliento.
Justo entonces,
que estoy a punto en declararme victorioso,
la sola sencillez de tus pupilas en las
mías,
vence la recia seguridad
de saber que estoy al mando,
toda tú.