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Ya no importa conocer el amor.
Ya Julio se transforma en melancolías.
Ya morir es la dicha esperada.
Ya los silencios me miran con alegría.
He muerto aunque de mi boca aún salgan pequeñas brisas,
suspiros.

Ya me visto de negro medianoche.
Ya mis huesos se vuelven arenisca.
Ya mi voz se escucha de metal.
Ya la música se vuelve material.
La vida se vuelve un común de cosas etéreas,
un poco de mí, la nada que existe.

No lo creo, no mendigo soledad.
Yo soy la soledad. Inmaterial. Sentida.
En mi sonrisa tristeza.
En mi corazón, un hueco
donde algo me queda:
un ramito de flores negras
que me regalé a mi mismo cuando niño,
tan emocionante.

Ya no me miro al espejo, niño.
Ya soy esqueleto pulverizado, ya lo sé.
Ya no soy nada, nunca fui algo.
Algo como una mirada cursi, algo en el papel.
Enamorándome hasta de cielos azules.
Ya soy esperpento, niño
ya soy algo.
Ya tu alegría me terminó de envejecer.
Ya deseo que mueras.
Ya tu inocencia me clava navajas,
nunca lo olvidaré.
Ya te tengo adornada la tumba en el cementerio,
mientras los demás cadáveres
me preguntan si eso no sería el amor.
No. No lo es.
Yo sólo deseo la inmensidad de su vida.
Su mejor travesura. Sus besos. 
Porque mi tiempo se marchitó al yo querer abrazarlo.

Ya mis lágrimas me recorren sideral.
Ya el viento me eleva triste, hace vaivenes,
refrescando intensidades anaranjadas.
Ya no hay lamentos, comienzo a ser.

***

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