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Sus Ojos de azul infinito
su piel suave, liviana y angelical
acariciaba el abrazo maternal.
Sus primeros llantos
sus primeras risas
los primeros descubrimientos
de este mundo
habitan anónimos y desposeídos
su pequeña habitación.

Los zapaticos
tamaño miniatura
hablan de su ausencia;
el osito de peluche
huérfano de su ternura
solitario quedó en el piso.

Hoy no regresó más
hoy solo recuerdos de su existencia
hoy solo el frío de su infancia
arrancada, truncada y despedazada,
cala y se instala
en mi propia tristeza y desconcierto.

Namid Amador
(sept. 30 de 2.008)

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