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El jinete montaba su caballo como todo un experto, solía ir todos los domingos a recorrer las calles del pueblo después de su visita por los extensos potreros de la hacienda de su familia, pasaba montado horas y horas admirando los paisajes y disfrutando de la compañía de toda esa naturaleza que lo rodeaba.

Un día en una de las cabalgatas que venia realizando con varias personas mas, entrando al pueblo haciendo un ruido majestuoso con el galopar de los equinos y llamando la atención de los habitantes, vio que en el balcón de una de las casonas una muchacha lo miraba fijamente solo a el, bajo la mirada pues sintió una sensación que le fue muy extraña, volvió a mirar pero no logro volver a verla.

Era un domingo de feria donde todo es alegría, música, comidas y bebidas, era uno de esos días donde los problemas se borran, las penas se quedan guardadas en un rincón, donde la gente comparte. Paso con uno de sus amigos de caseta en caseta hablando y compartiendo con la gente, montaba y daba una y otra vez la vuelta al pueblo.

Ese domingo fue un día no muy común pues había llegado gente de muchas otras partes a conocer y a compartir con sus familias de los días de fiesta que en ese pueblo eran famosos por los espectáculos que brindaban y además por la bondad de la gente que en el habitaba. Corrían las horas y todo se empezó a iluminar con los farolitos coloniales que hacían una extraña pero agradable combinación con las luces de neón de los negocios nocturnos que invitaban a departir y además con una claridad veranera inmaculada. Todo estaba adecuado como si los habitantes hubieran pasado días y días preparándose solo para esa fecha, a pesar de haber mucha gente todo estaba en orden.

Después de haber oído las palabras de la primera autoridad del pueblo abriendo oficialmente las fiestas la gente se agrupaba en varios sitios a observar los diferentes espectáculos que allí se presentaban, juegos pirotécnicos, magia y orquestas eran las mayores atracciones, también algo de historia con algunas obras teatrales que los jóvenes presentaban a sus visitantes.

Por las calles del pueblo se veía ir y venir gente de todos y para todos lados, ya pasada la noche se veía al jinete y a algunos amigos sentados conversando de una y otra cosa, algunos de ellos ya cansados por la larga jornada empezaban a retirarse. El jinete decidió que para el también había llegado la hora de regresar. Monto su caballo y emprendió su viaje hasta la Hacienda.

Era un madrugada clara y había un cielo totalmente estrellado, los pasos del caballo era lo único que se escuchaba en ese camino solitario que conducía a su morada, no se veía nada solamente el reflejo de la luna y las estrellas lo dejaban divisar el camino, atrás quedo el bullicio y la algarabía del pueblo, ahora era una soledad relajante. Detuvo su ejemplar por unos momentos y se dedico a escuchar el silencio de la noche. Estaba absorto pues lo oía todo, oía un silencio infinito que lo inquietaba pero que a la vez disfrutaba. Empezó a entender de donde nace la música y la poesía, pensó que la inspiración llega cuando hay una voz interior que lo deja oír su propio silencio y lo anima a plasmar esos sonidos en una partitura o en una hoja de papel para expresarle al ser que se quiere o simplemente a algo en la vida que le atrae sus sentimientos, sintió el deseo de animarse a componer algo no le importaba si era alguien o algo real, únicamente quería intentarlo.

Ese deseo que se despertó llego unido a una paz y una tranquilidad que pocas veces había experimentado, se sintió pleno, alegre de encontrarse y de oír todo lo que su interior le susurraba, en esa noche sentado y contemplando el descanso de los árboles y de toda ese mundo que lo rodeaba se sintió vivo y comprendió que la vida hay que disfrutarla, hay que vivirla, por eso lleno de animo se monto en su caballo y regreso a su casa y empezó a plasmar sentimientos en su mente. Esa noche descanso y durmió tranquilamente.

En la mañana calida y soleada, al jinete que regresa de compartir las labores de la madrugada con los campesinos después de un buen ordeño y unos cuentos cafés se le ve radiante con el rostro claro donde dibuja una medio sonrisa de plenitud que hasta a el mismo sorprende. Se alista para comenzar su recorrido diario por la Hacienda y se va contento y silbando una alegre tonada.

Internado en uno de los potreros se detiene a observar como la gente de la región trabaja en la recolección del café, se queda admirado por la dedicación que ve en cada una de estas personas que son para el quienes le dan todo lo que pueda tener, que son merecedoras de todo su respeto, personas a quien admira y agradece. Vuelve a su mente ese ruido que lo deja oír algo que le dice esto es vida y que linda que esta es.

Ya de regreso y pensando en que pronto tiene que volver a la ciudad a internarse en el mundo de concreto y de ajetreo diario, piensa que debería disfrutar un poco mas de el campo y de sus maravillas y decide posponer su regreso por unos días mas para quedarse a estar con el mismo.

Esa noche sentado en el balcón de su casa acompañado de un buen libro con la chimenea brindándole un poco de calor y sumido en su propia soledad, esa soledad que esta aprendiendo a disfrutar, vuelve a escuchar esos sonidos del mas acogedor silencio, cierra el pequeño libro y piensa que por fin esta descubriendo que la vida tiene muchas mas cosas buenas que las que nadie puede imaginar, que no todo es el desgastarse en la ciudad sumido entre papeles y papeles, bloques de cemento y trafico insoportable sino que se puede encontrar la paz y la razón.

A la mañana siguiente las personas encargadas de las labores de ordeño se acercan al balcón pues están preocupadas de porque no había salido pues siempre que se encontraba en la Hacienda era lo primero que hacia, se sorprendieron cuando vieron que su mirada estaba perdida en el horizonte y estaba blanco como un papel, se nos fue grito alguien. Si en efecto, se fue pero en su rostro se dibujaba una pequeña sonrisa de satisfacción. Seguramente porque algo muy grande descubrió y en secreto se lo llevó.

Ben

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