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Marcela era una niña que vivía con su familia, era muy feliz. Con tan solo cuatro años, su padre falleció, en ese momento se sintió muy triste y sola, su niñez cambio ya no pensaba en jugar con sus amigos. Tenía un sentimiento de rabia, mientras crecía no podía dormir bien, quería tener a su padre con ella, lo extrañaba mucho. Sentía que la vida para ella era más difícil, veía las cosas de otra manera y al ver la tristeza se sentía peor

Pasan los años y llega un señor a cambiarles la vida, a brindarles amor paternal, ella sentía que no era lo mismo, pero llenaba cierto vacío. Cuando iba a un parque ella ya no estaba sola, al fin podía vivir su niñez, aunque seguía extrañando a su padre. El tiempo seguía pasando, ese señor lleno de alegría y amor poco a poco fue enfermando cuando parecía que la vida le había cambiado, de un momento a otro el falleció. Ella sintió que la vida le cambio de un día para otro. La tristeza ya no era igual, porque, aunque no era su padre biológico y ella ya no era una niña, aprendió a quererlo mucho.

Nadie elige a su familia. Es un regalo de Dios, como lo fue para ella, y aunque no tenía la misma sangre, él tenía su corazón. Se dio de cuenta que algunas personas podían permanecer en su corazón, pero no en su vida.

Se sintió sola, perdida como si el mundo se derrumbara. Quería creer que era un sueño, que al despertar el estará ahí.

Le costó aceptar su partida, se preguntaba ¿porque se fue tan pronto? Ella pensaba que ya no escucharía su voz, su rostro no lo vería, solo le quedaría los recuerdos.

Con la muerte de un ser amado llega un vacío imposible de llenar, y pueden pasar muchas cosas en la vida, años, eventos, alegrías y tristeza. Pero nunca olvidamos a quien nos dejó. Le dolió perderlo, le dolió su ausencia y le dolió con razón. Se sintió en un camino sin salida, solo pensaba que él no estaría en los momentos importantes de su vida, y como seria estar sin él.

Esa niña lo que quería era libertad, pero lo que tenía era dolor en su corazón. El hecho de que ella lo dejara ir no significaba que quería que él se fuera, esa persona le dejo un gran dolor y una gran tristeza, solo quería un abrazo más, no sentir su ausencia, y que su corazón no se alejara de él. Lo quería una vez más.

Ella solo pensaba en cómo decirle a su corazón que aceptara que el ya no estaba, se había acabado. Solo trataba de asimilarlo, pero no podía, no podía estar triste lo único que necesitaba era que él le dijera que estaba allí, que iba a volver.

Cuando el murió no pudo estar presente, ni despedirse de el por última vez, pero siempre lo llevo en su corazón como desde el primer momento que llego a su vida. Se dio de cuenta que no debía hacer de alguien su todo, porque cuando esa persona se va, no tienes nada, solo a Dios, y él significaba todo para ella. Aprendió tantas cosas de él que nunca podrá olvidar.

Aprecio cada instante que vivió junto a él, solo le quedaba el consuelo de pensar, que ahora el estaría en el cielo, y que velaría por ella, pensaba que, aunque el tiempo pasara nunca iba a borrar esa herida, y si sanaba ya ella no sería la misma.

Él le enseño todo, menos a olvidarlo y eso era lo más doloroso. Tal vez ella no lo veía, pero eso no quería decir que no estuviera ahí, y lo sabía, porque lo sentía. Nunca pensó que ese dolor, se sentiría como miedo a estar sola, al mundo. Pero desprenderse del dolor era casi imposible.

Solo le quedaba darle las gracias por todo lo que le dio, por haber hecho de ella la hija que siempre quiso, por decirle siempre que estaba orgulloso de ella y eso sin duda se lo debe a él, y aunque jamás lo podrá olvidar siempre estará en su memoria. Ella pensaba en todo lo que él le decía. Que debemos ver la vida de manera positiva, que no hay que llorar, si no disfrutar cada momento con la familia. Todos sabemos que los padres algún día fallecerán, y aunque ella intento prepararse para ese día, cuando llegó se dio cuenta que no estaba lista en realidad nunca estuvo lista.

Ella lo pensaba lo extrañaba a cada instante, todavía no se hacia la idea de que el no estuviera, lo tenía ahí, en su corazón, en su alma, en lo más profundo de su ser. Recordaba todo de él, aunque eso la lastimara y sabía que su vida debía seguir, pero consciente de que jamás lo podría olvidar.

Sus noches dejaron de ser tranquila para comenzar a ser tormentoso, ella solo dormir para poder soñar con él, y ahí poderlo ver una vez más, eso que tanto anhelaba. Creo que, si la vida le hubiese dado la oportunidad de pedir un deseo, hubiese pedido verlo una vez más, así sea por un segundo, y hay lo abrazaría como nunca.

Sentía angustia, dolor, se sentía desorientada que ya nada iba a volver a ser lo mismo. Nunca pensó que vivir sin un padre la haría sentir así, tan vacía, sin corazón e indefensa. Y aunque ella trataba de sonreír para evitar las lágrimas sentía que eso no lo podía evitar.

La podían abrazar demasiado, pero ningunos de eso abrazos era como el de él. Ella solo lo quería una última vez, y entonces no soltarlo nunca. Él le había enseñado a ser lo suficiente fuerte como para aceptar que el ya no estuviera ahí.

Solo quería ver su sonrisa, escuchar su voz y guardarla para siempre. Le daba ganas de cerrar los ojos y que todo fuera como antes, pero sabía que las cosas no eran así. Pensaba que debía haberlo abrazado un poco más la última vez que lo vio.

Sintió que una parte de ella se fue con él. Ella se hacía tantas preguntas. ¿Por qué se fue?, ¿Por qué el? Y ¿Por qué ella se quedó tan vacía?

Le hubiese gustado tener el tiempo para decirle que tan importante era para ella y que le hacía sentir que estando con el jamás iba a pasarle algo malo. Sentía que su familia se había destruido, que todo había acabado, que sin él no podía seguir.

Pero se acordó que tenía una madre maravillosa y unas hermanas que, aunque no era perfectas, las quería mucho. Tenía a dios que era lo más importante, se dio cuenta que, aunque una persona se va ella tenía que seguir viviendo, que había muchas razones por los cuales vale la pena vivir.

Quiso creer y confiar que ahora él estaba bien, feliz, en compañía de Dios.

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