No hablamos mucho, tal vez doce palabras.
Bastaron las caricias,
los besos y los cuerpos
en una eterna entrega hasta el cansancio.
Luego el adiós, lo mismo… sin palabras.
Quedó el aroma de tu cuerpo impregnando las sábanas
y el contorno de tu cuerpo adivinado en los espejos
donde vimos nuestra pasión repetida tantas veces.
El amor no es sexo, me repito
y me haces falta en el aire que respiro,
en las mañanas sin ti,
en los parques solitarios donde tuvimos encuentros fugaces
ante las miradas indiscretas de algunos transeúntes desvergonzados...
lo mismo que los dos.
El amor es más que instintos, me repito
para consolarme de tu ausencia
y siento el mundo vacío igual que todo yo.
Hay otros cuerpos y otras bocas
y otras ansias para llenar espacios en el cuerpo,
pero esa otra parte, que algunos llaman alma,
se quedó sin nada.
Y yo que pensaba que no te amaba,
que todo era pasajero en esta pasión loca
que nos llenó de silencios y ahora caigo en cuenta
que olvidamos decir “Te quiero”